martes, 30 de octubre de 2007

El sueño de Casandra


Nunca habían estado los créditos tan caros como en la nueva película de Woody Allen. Tras el respiro el clave de comedia ligera de Scoop, el maestro regresa a las sombras de Match Point para su tercer trabajo en Inglaterra, dando un descanso a Scarlett Johanson para fichar a Ewan McGregor y Colin Farrell en la piel de una pareja de hermanos sin un céntimo y urgentemente necesitados de pasta, uno para poner en marcha un nebuloso negocio hotelero con el que mantener el tren de vida de su nueva y fabulosa novia actriz, y el otro simplemente para que no le partan la cara por deudas de juego. La pregunta es, ¿qué están dispuestos a hacer para conseguirlo?

El amor de Woody por el cine negro está ampliamente registrado ya desde su primera película, Toma el dinero y corre, falso documental sobre la penosa carrera de crímenes de un raterillo de poca monta. Cuando en 1989 concibió su primer drama con asesinato, Delitos y Faltas, todo el mundo salió mentando a Dostoiveski, y lo mismo ocurrió con Match Point (y con razón porque las implicaciones morales del crimen sin castigo jugaban un papel fundamental en ambas tramas). Con El sueño de Casandra, en cambio, pese a esas referencias de tragedia griega, no cabe otra que acordarse de Perdición de Billy Wilder (y hasta el ominoso significado premonitorio del título, la pista que adelanta el futuro giro de los acontecimientos, tiene su traducción más popular en forma de cita de Bonnie & Clyde).

Porque esto es puro cine negro, negrísimo, completamente sobrio, sin sombreros, gabardinas ni automáticas pero fiel a las raices morales del género tal como lo abordaron los maestros europeos exiliados en EEUU (además de Wilder pienso en Fritz Lang y sus historias de hombrecillos corrientes arrastrados a un infierno de culpa y terror a partir de un momento inicial de debilidad).

Por eso me ha chocado leer un par de críticas negativas coincidentes (Carlos Boyero en El País, Sergi Sánchez en Fotogramas) hablando de una película sin tensión, con un dilema moral plano y personajes carentes de interés. Discrepo...

Aún solapándose bastante en su temática, El sueño de Casandra me resulta más inquietante, tensa y agobiante que Match Point (tan extrañamente sobrevalorada teniendo en cuenta lo poco que añadía a Delitos y Faltas, salvo la novedad del ambiente inglés y algunos elementos de thriller), y también menos visceral precisamente porque se despoja de tanta novelesca de altos vuelos, de toda esa literatura de psicología criminal para quedarse solo con la sustancia cínica, pedestre y amoral del “si dios no existe, todo está permitido”. Porque, después de todo, solo importa la familia, nos dicen, y el asesinato es un simple tabú sin otro fundamento que unos escrúpulos infantiles que hay que vencer (como para comer pescado crudo), un pequeño esfuerzo extra para mejorar de situación en la vida, lo mismo que hacer un máster o apuntarse a chino.

El elemento distintivo y más terrible de la historia es la absoluta normalidad, e incluso mediocridad de estos hermanos, dos tipos simpáticos de clase trabajadora, buenos chicos con defectos corrientes y ambiciones vulgares, improbables villanos de serie negra empujados a serlo sin aviso ni preparación (aunque no sin valorar primero cuidadosamente sus ventajas e inconvenientes). Ewan McGregor ya tiene poco que demostrar como actor y él es quien lleva la iniciativa pero Colin Farrell no se queda atrás y se luce en su interpretación del más frágil y espeso de los dos (Carlos Boyero lo llama cejijunto y “supuesto alcohólico que se comporta como un anfetamínico”. Él sabrá, que para eso es un experto). En cambio es todo un descubrimiento Hayley Atwell en el papel de la novia actriz de McGregor, un bellezón que había hecho tele y teatro con una tremenda presencia ante la cámara, aunque las mejores frases sean para Tom Wilkinson encarnando al pariente propietario de una cadena de clínicas de estética.

Hay quien ha definido El sueño de Casandra como una comedia negra, quizá al estilo de El quinteto de la muerte; en el cine, efectivamente, buena parte del público se partía de risa con las barbaridades de Wilkinson, ingeniosas, sí, pero que en el fondo no tienen ni puñetera gracia, y menos si vienen envueltas en una banda sonora de Philip Glass. Pero eso es un Woody Allen funcionando al 100% , volcando en este siniestro relato moral todo ese genio que apenas se percibe en algunas de sus más recientes comedias (o libros de relatos), como si las de risa fueran vacaciones del trabajo de verdad con las que airearse y estirar las piernas... Aunque como últimamente este viejo neoyorquino está empeñado en rompernos los esquemas, quien sabe si su próxima peli barcelonesa no le saldrá obra maestra...

domingo, 28 de octubre de 2007

Tierra de contrastes


Sábado 6 de octubre, 10.30 de la mañana: 6 cortos en competición, un poco de todo en la mezcla, videos de bodas y bautizos y acabados digitales ultraprofesionales como para licenciarse en Sundance; la típica chorrada graciosa de tres minutos al estilo Tarantino (Killing of a rat), un voluntarioso remake navarro de Los amigos de Peter al que le sobraba medio metraje (Ya me conoces) y un anuncio contra la droga disfrazado de tributo a Tésis en el que un gilipollas se tomaba unas pastillas para aguantar una noche de estudio tras ver la peli de Amenábar y acababa alucinando con que todos sus amigos (cada uno por su cuenta) le perseguían para matarlo. Mayor amenaza suponían un simpático sketch musical acerca de un bailarín callejero perdido en un contexto surrealista (Ni tacones ni pones) y, sobre todo, Dayvan Cowboy, un corto de impecable estética publicitaria (es más, para mí que el prota es el mismo que hace de ese pobre enfermo mental con logorrea en la campaña de renovación de imagen de El País) y música extraída de Carretera perdida y demás obras de Lynch: un mínimo hilo argumental enlazaba escenas en las que inexplicablemente los roles de los participantes aparecían intercambiados (madre-hijo, maestro-alumnos, cliente-vendedor); con un final más ingenioso de lo que prometía, sí, pero aún así bastante derivativo…

Si ahora menciono que uno de los cortos en competición era de un amigo, en el cuál, para más delito, figura una pequeña colaboración técnica por mi parte, quizá sospecháseis de la objetividad de mis observaciones. Para neutralizar tan injustificados recelos, nada mejor que citar las sabias palabras del Gran Wyoming: Lo que España vota va a misa… En un acto pleno de justicia y sabiduría, Bad City (ep. 2: Wendy) de Aitor Unzu y Dani Pérez, con corte de proyección por fallo técnico y todo, se hizo con el premio al mejor corto navarro en video por votación popular dentro de las actividades del VIII Festival de Cine de Pamplona (a las cuáles, con esta excepción, no me dio la vida para asistir).

Bad City nació de una tormenta neuronal provocada por el visionado de su casi homónima Sin City, la película más la subsiguiente ingestión de todos los cómics precedentes de Frank Miller, y el corto no intenta precisamente disimular esos orígenes. ¿No lo hace eso más derivativo todavía, ficción de segunda o tercera mano?

Pues no; en el arte, lo mismo que en biología, la copia creativa, lo bastante inexacta como para triunfar en un medio nuevo, es el principio básico de la evolución: el rock es una copia imperfecta del blues hecha por chavales blancos que tocaban deprisa para disimular la poca idea que tenían. Akira Kurosawa hizo películas de samurais inspiradas en John Ford y Dashiell Hammet y Sergio Leone se las copió para crear el spaghetti-western, transformando a su vez la manera en la que los propios yankis hacían los suyos. Y la misma Sin City no es sino una regurgitación en clave de pesadilla febril de todos los arquetipos del cine y la novela negra (Chandler, Hammet, James M. Cain, Mickey Spillane, Harry el sucio...) con el contraste a tope e inyecciones de esteroides como para matar a una ballena.

Además, Sin City no es una historia sino un formato, un territorio, y el de esta versión difícilmente se iba a parecer al expresionismo cromodigital de Robert Rodríguez (de hecho, Bad City salta por encima de esa adaptación para enlazar directamente con el cómic; un universo entintado en negro con la ocasional pincelada de color; más después sobre ésto): rodado en Burlada, con un presupuesto ínfimo y en apenas un fin de semana, el corto requería una planificación de hierro, toda clase de trucos de composición en plan Meliés y creatividad por un tubo para sacarle partido a los recursos humanos y materiales disponibles.

De ahí, supongo, la unidad de acción, tiempo y lugar (al menos en su primera mitad): La cosa empieza con un preso bocazas (Jose F. Otxagabia) recibiendo la enésima paliza por parte de su despreciable carcelero adicto al fútbol (Joaquín Calderón), a quien provoca repitiendo insensateces como esa de que va a marcharse esa misma noche. De pronto, a horas intempestivas, llega una visita…

Los dos actores principales tienen toda la pinta de estar pasándoselo en grande dando vida a esas frases de diálogo que parecían imposibles sobre el papel. El entusiasmo de Calderón quizá le lleva a veces demasiado cerca del villano de comic (o, más correctamente, del sucio bandido de spaghetti western en la tradición de Eli Wallach) pero hace un buen contraste con el distanciamiento irónico y la orgullosa intensidad de Otxagabia (muy a lo Bruce Willis, para entendernos). El resto del reparto se muestra igualmente eficaz; Virginia Senosiain como Mellow, la chica de la peli, que parece directamente recortada y pegada de El sueño eterno, Tax (Edu Aranguren), el compañero de prisión, o el otro y más beatífico carcelero (Joxepe Gil).

Bad City es en realidad, como se lee en su título completo, Bad City Ep. 2: Wendy. Existen otros dos guiones ya escritos cuyas historias se interrelacionan con Wendy y la sitúan en un contexto más amplio (el proyecto no es pretencioso pero desde luego sí ambicioso) incorporando personajes aquí apenas aludidos y alguna que otra situación que le afecta directamente pero tiene lugar fuera de cámara.
Como relato individual sin varias piezas clave, el episodio podía haberse quedado cojo, y se percibe el esfuerzo por reforzar con diálogos expositivos y narración en off la lógica misteriosa del argumento pero, para mí, ahora que lo he visto terminado, el resultado final casi pide todo lo contrario: me sobra esa voz en off (salvo la de la útlima escena), así como la mayoría de las explicaciones. La combinación de palabras e imágenes adquiere una cualidad onírica, una lógica del mundo de los sueños o de las pesadillas que se aleja de Frank Miller para aproximarse sin buscarlo a variantes de cine negro propias de los hermanos Coen o el mismo David Lynch. El tratamiento fantástico de las imágenes, filtradas y contrastadas hasta reducirlas al esqueleto de sus rasgos esenciales, puros dibujos animados hiperrealistas en blanco y negro de impactante poder icónico, arrastran al espectador a un desconocido universo paralelo, malsano y cutre, cuyas reglas desconoce y que ni el desenlace termina por completo de desvelar. La estupenda música original de Jose Luis Iriarte actúa como un segundo armazón emocional, oprimiendo, expandiendo, volviendo sobre sí misma para desembocar finalmente en el romanticismo desesperado del tema de cierre. A esas alturas ya estamos muy lejos del nihilismo y el humorismo amargados de Frank Miller; Bad City es un corto espectacular, divertido y violento, sin pretensión alguna de mensaje o trascendencia, pero en última instancia se las arregla para pulsar una nota emocional distinta e inesperada en el espectador, revelándose entonces mucho más cercano al verdadero cine negro (a la poética de los perdedores de la Jungla de Asfalto de John Huston, pongamos por caso) que al exhibicionismo de freak-show de la película de Robert Rodríguez. Vengan esas secuelas.

viernes, 26 de octubre de 2007

Ni se compra ni se vende, el cariño verdadero


Ayer, durante un minuto, Muchachada Nuí se hizo mayor, dejó aparte las chorradas y nos hizo un sketch elogiando las virtudes de Mediamarkt. El gañán Marcial y el listo de su cuñado se juntaban para ver un partido y al final decían eso de "yo no soy tonto"... Inesperadas servidumbres de la tele generalista.

Bueno, ¿y qué? Todos los programas lo hacen, estamos hartos de ver a los personajes de cualquier serie fingiendo devoción por tal o cual marca de embutidos, o de verles enseñando a cámara como quien no quiere la cosa sus antihemorroidales favoritos por el lado de la etiqueta; cualquier resquicio es bueno para vender publicidad, y hay que estrujarse las meninges y revolverla cada día más con el contenido porque ya se sabe que entre el zapping, los programas grabados y los descargados de internet, el espectador cada vez tiene menos tolerancia para los cortes publicitarios (y Muchachada Nui será uno de los programas más vistos en Youtube pero su audiencia en la 2 sigue siendo más bien mediocre). Alguien, quizá, en la tele de todos, se ha puesto nervioso. Bofetada de realismo sucio…

El negocio es el negocio pero supongo que simplemente esperaba un poco más de escrúpulos de este grupo de frikis albaceteños orgullosos y asilvestrados (que por cierto, y al margen del tema de hoy, vienen haciendo un programa magnífico, una cosa no quita la otra, los tíos están inspirados) que de Aida, Yo soy Bea o cualquier producción de Jose Luís Moreno ¿Se habrán resistido heroicamente hasta el límite de sus fuerzas o habran saltado de alborozo ante la oportunidad del patrocinio? Me gustaría saberlo… Entre tanto, según mis últimas noticias, todavía nadie ha obligado a Javier Marías a incluir en mitad del tomo tres de Negra espalda del tiempo una capítulo a color anunciando té Lipton.

domingo, 21 de octubre de 2007

Nocturna: dibujos a oscuras


Tim es un huerfanito sin amigos y con miedo a la oscuridad que todas las noches habla con una estrella que su madre le dejó dedicada. Una noche en particular en que sale a la azotea, ve de pronto apagarse su estrella, y luego otra, y otra más… Ante una crisis de ese calibre Tim no puede ni pensar en irse a la cama, lo cuál saca de quicio al Pastor de gatos, fabulosa criatura que supervisa a las manadas de felinos que van ronroneando por los tejados para inducir a los niños al sueño. Mientras la oscuridad avanza, Tim obliga al Pastor a que le lleve a ver al responsable supremo de todo lo que ocurre durante la noche (de los que revuelven el pelo a los niños, los que hacen cantar a los grillos, los que se inventan los sueños, los que ordenan la luna y las estrellas, los que les hacen mearse en la cama), el señor Moka, jefe de Nocturna.

Da un poco de rabia no poder recomendar con más entusiasmo una obra que se merecería un 10 por la ambición que despliega y el evidente esfuerzo y el talento invertidos… La dirigen y escriben los debutantes Adriá García y Víctor Maldonado, que previamente habían trabajado como dibujantes y animadores en Las tres mellizas y El Cid, y que se declaran admiradores de Miyazaki (obviamente), pero también de Brad Bird y de Sylvain Chomet (Bienvenidos a Belleville).

En comparación con tan ilustres referentes, Nocturna es un excelente primer intento que no acaba de satisfacer semejantes expectativas; se para justo al borde de ser la maravillosa rareza que prometía para quedarse simplemente en una notable película de animación, quizá demasiado terrorífica para los niños y puede que un poco demasiado simple para los adultos malacostumbrados a la deslumbrante narrativa de Pixar y los estudios Ghibli.

En parte, sin duda, el problema es la pasta... Estéticamente, la película es una obra de arte: el diseño de personajes, los fondos, las composiciones, lo nunca visto en la animación española (en 2d, por cierto)… pero no siempre: de cuando en cuando me distraigo contemplando algunos volúmenes bastante feos silueteados en plan automático (se ve que a todo no se puede llegar). En ocasiones el ritmo de la historia es demasiado acelerado como para hacer justicia al flujo de buenas ideas en torno a este mágico universo funcionarial que administra las noches de los niños; se echa en falta un poco más tiempo y más detalle (tiempo=dinero, y más en el caso de la animación).

Pero no solo es cuestión de presupuestos: a la dirección, aunque competente, le falta un poco más de nervio y los personajes, un tanto impresionistas, se quedan algo desdibujados y faltos de carisma (salvo el Pastor de Gatos, un gran trabajo de Imanol Arias sonando como un auténtico profesional del doblaje, y Murray el luminoso (Joan Pera), una especie de Curry de los Fráguel con una bombilla en lugar de culo). De la aportación de Carlos Sobera y una tal Natalia de Operación Triunfo, supongo que lo mejor que se puede decir es que no causan estragos. Por otra parte, no creo que la moraleja de la historia tenga mucha aplicación para los mayores de 6 años…

Con defectos y todo, Nocturna queda como una película de animación original, entretenida, vistosa y bien por encima de la media, más que capacitada para enfrentarse a tanto animalito parlante, pingüino y ogro que sin embargo se acaban llevando a todos los niños de calle con su fuerza superior de marketing; ojalá que recupere y multiplique su inversión y que este equipo artístico tenga ocasión de saltar más lejos en el siguiente intento. Yo, lo que es mi entrada, ya la he pagado...

jueves, 18 de octubre de 2007

El puente del Enterprise

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos...

Ya está hecho. JJ Abrams (Alias, Perdidos, Misión imposible III) ha cerrado prácticamente el reparto de su próxima película; apenas queda por revelar algún que otro papel secundario y el nuevo diseño de la única nave espacial cinematográfica digna de tener un camerino propio...
Es más que posible, queridos amigos, que a vosotros, al contrario que a mí, Star Trek y su destino os la suden bastante... No por eso deberíais privaros de seguir con morbosa fascinación la mayor y más difícil operación de recasting jamás intentada: nada menos que sustituir a la vez a siete actores, intérpretes, para mayor peligro, indisolublemente unidos a estos personajes a lo largo de 30 años. ¿Por dónde se corta para separar a unos siameses unidos por el mismo cuerpo? A continuación, un pequeño desglose de equivalencias...

James T. Kirk (capitán)
Chris Pine
(Princesa por sorpresa 2, Devuélveme mi suerte, Ases calientes)

Anteriormente:
William Shatner


Spock (lógico extraterrestre)
Zachary Quinto
(A dos metros bajo tierra, 24, Heroes)

Anteriormente: Leonard Nimoy



Doctor Leonard `Bones´ McCoy (médico de a bordo)
Karl Urban
(Xena, la princesa guerrera, El Señor de los Anillos, Crónicas de Riddick, Doom, El mito de Bourne)

Anteriormente: DeForest Kelley


Montgomery Scott, Scotty (ingeniero)
Simon Pegg
(Spaced, Doctor Who, Shaun of the Dead, Misión Imposible III)

Anteriormente: James Doohan


Nyota Uhura (comunicaciones)
Zoe Saldana
(La terminal, Piratas del Caribe I, Avatar)

Anteriormente: Nichelle Nichols


Hikaru Sulu (timonel)
John Cho
(Solaris, Dos colgados muy fumados, Big Fat Liar)

Anteriormente: George Takei



Pavel Chekov (patriota ruso)
Anton Yelchin
(Curb your Enthusiasm, Policías de Nueva York, Mentes criminales, Alpha Dog, Charlie Bartlett)

Anteriormente: Walter Koenig



Y además, saliendo ya un poco de lo que es la nave...





Nero (nombre supuesto)
Eric Bana

(Hulk, Troya, Black Hawk derribado, Munich)

El malo





Spock (anciano en un futuro indeterminado)
Leonard Nimoy

(El superagente 86, Misión imposible, La invasión de los ultracuerpos)

Una vez más en la brecha, con las orejas postizas...



Ahí queda eso... Pero no os creáis que para aquí; otro día amenazo con seguir hablando del tema...

martes, 16 de octubre de 2007

Bender: se dobla pero no se rompe

A veces, muy de cuando en cuando (como el trilero que deja ganar a un primo alguna que otra mano para que la gente del corro se anime a jugar) los buenos también ganan en el mundo real y alguna gran injusticia es reparada. ¡Vuelve Futurama!



La cadena Fox nunca la quiso, le hizo la vida imposible durante sus cuatro años de existencia y al final acabó matándola sin contemplaciones. Los capullos codiciosos ya tenían bastante con Los Simpson, que no acabará jamás, y la ocurrencia friki de Matt Groening de hacer una serie animada de ciencia ficción, por muy de risa que fuera, por su propia naturaleza tenía que atraer a un sector más restringido de la audiencia que una telecomedia familiar: Futurama nunca tendría el don de masas de su hermana mayor ni podría tomarle el relevo: por consiguiente, no era nada más que una dispersión estúpida de talento y recursos... De manera que sufrió cambios constantes de horario, la levantaban cada dos por tres para poner partidos y después venían las quejas de falta de audiencia...
El mismo tipo de sabotaje sufrieron, por ejemplo, todas y cada una de las series que Chris Carter, creador de Expediente X, intentó poner en marcha mientras su serie estrella seguía arrasando en la misma cadena; ¿política de la empresa? ¿Simple estupidez?.

Ahora, cuatro años después, llega la hora de la revancha para los repartidores galácticos de Planet Express... El 27 de noviembre sale en USA, directamente en DVD, Bender´s Big Score, el primero de las cuatro largometrajes producidos por el reformado equipo original (productores, guionistas. dibujantes y actores, han vuelto todos); en febrero del año que viene, troceados, remontados y ampliados, serán emitidos en forma de episodios por la cadena por cable Comedy Central (y supongo que en algún momento alguien los comprará para emitirlos aquí; y si no, ya sabéis...)

domingo, 14 de octubre de 2007

Promesas, promesas


Parece que David Cronenberg (Videodrome, La mosca, Inseparables) se ha cansado de historias de horror y deformidad y todo aquello de la nueva carne, y ahora prefiere cambiar de ángulo para terminar hablando de lo mismo; sus dos últimas películas, Una historia de violencia y Promesas del este, forman un díptico sobre vida normal y violencia soterrada (hasta que explota), sobre familias poco familiares, apariencia e identidad, lobos y corderos, víctimas y asesinos. La inesperada inmersión de Cronenberg en el thriller lo ha acercado a nuevos públicos que acuden inocentemente a ver una película sobre la mafia rusa en Londres con Viggo Mortensen y Naomi Watts y son asaltados en su butaca por una serie de degollamientos y mutilaciones explícitas, lo que demuestra que al final, por mucho que cambie de género, a la cabra le tira el monte...

Promesas del este, más que a El padrino, me recuerda a una vieja película de Hitchcock, con su rubia (casi, pero no del todo) corriente, que se mete en problemas con gente siniestra de un misterioso submundo, con ancianitos encantadores que resultan villanos repugnantes, y varios otros parecidos que me callo para no contar demasiado.
Y como en el cine de Hitchcock, aquí lo importante no es tanto el argumento, a menudo una simple excusa para encadenar una sucesión de escenas de impacto, como el subtexto y la forma de contarlo; por el camino se apuntan trasfondos y situaciones de sustancia por las que se pasa de puntillas, quizá para no incomodar al espectador con digresiones, oportunidades desaprovechadas de un guión demasiado convencional...

Aún así, de lo que hay se aprovecha todo, y con este material en principio más del estilo de un Brian DePalma, el producto final es exquisitamente Cronenberg: sórdido, malsano, a ratos terrible, sin rastro alguno de glamour mafioso y muy, muy sanguinario, destacando en particular una de las peleas más bestias que hayan visto mis ojos. Naomi Watts, rubia mucho más cálida y cercana que Grace Kelly o Tippi Hedren, logra apuntalar la película con su inverosímil papel de ingenua; impresionan los matices de Vincent Cassel como el heredero mafioso criptogay, y Viggo Mortensen demuestra una vez más su versatilidad y amor al riesgo a la hora de componer personajes, para que no nos olvidemos de que este antiguo héroe de fantasía en tres tomos apunta más para DeNiro que para Harrison Ford.

(Observación curiosa: en esta exploración de las cloacas de la gran urbe contemporánea y los más siniestros submundos de la emigración, llama la atención que en el reparto no aparezca ni un solo ruso de verdad. ¿Casualidad?)

viernes, 12 de octubre de 2007

Terry Gilliam y el pájaro en mano



Me lo dicen y no me lo creo: este diciembre Terry Gilliam comienza a rodar The Imaginarium of Doctor Parnassus, su primera película con guión basado en una idea propia (junto a su viejo compinche Charles McKeown) desde nada menos que 1988 y Las aventuras del Baron Munchausen (una deslumbrante obra maestra que en su día nadie vió, despeñada por los contables durante un cambio de propietarios en Columbia Pictures).

Desde entonces el gran Gilliam ha venido llenando todo un orfanato de guiones originales a la espera de inversor (varios de los cuales van a ser próximamente transformados en cómic) y, sin embargo, con éste último la cosa ha sido llegar y besar el santo. ¿Cambia por fin su estrella después de la racha de los últimos años, de tanto darse cabezazos contra la mala suerte y varios de los mayores hijos de puta de Hollywood? (el hundimiento en pleno rodaje de El hombre que mató a Don Quijote, las broncas con los jefazos de Miramax por Los hermanos Grimm -que estuvo a punto de abandonar-, la casi nula distribución de Tideland...)

La fecha prevista de estreno es comienzos del 2009 y el reparto es excelente: Christopher Plummer, Heath Ledger, Verne Troyer (el enano de Austin Powers) y Tom Waits como el mismísimo diablo.
Traducción de la sinopsis oficial (con algun spoiler):

El imaginario del Doctor Parnassus es una fábula fantástica ambientada en la época actual. Cuenta la historia del doctor Parnassus (Christopher Plummer) y su extraordinario “Imaginario”, un espectáculo ambulante en el que los miembros del público tienen la irresistible oportunidad de escoger entre luz y alegría u oscuridad y desolación. Bendecido con el extraordinario don de guiar la imaginación de los demás, el doctor Parnassus oculta sin embargo una siniestra maldición. Mucho tiempo atrás hizo una apuesta con el diablo, Mr. Nick (Tom Waits), con la que ganó la inmortalidad. Siglos después, al conocer a su amor verdadero, el doctor Parnassus hizo otro trato con el diablo, cambiando su inmortalidad por la juventud, con la condición de que cuando su primer hijo cumpliera 16 años, él o ella se convertiría en propiedad de Mr. Nick. Ahora Valentina (Lily Cole) se aproxima a esa frontera y el doctor Parnassus desespera por protegerla de su inminente destino. Mr. Nick llega para cobrar su deuda pero, siempre aficionado a las apuestas, acepta renegociar el trato... Ahora se quedará con Valentina el primero que consiga seducir a cinco almas. Reclutando a una serie de personajes cómicos, fascinantes y salvajes durante su viaje, el doctor Parnassus promete la mano de su hija al hombre que le ayude a ganar. En esta cautivadora, explosiva y maravillosamente imaginativa carrera contra el tiempo, el doctor Parnassus debe luchar por su hija contra un inacabable horizonte de surreales obstáculos y deshacer de una vez por todas los errores de su pasado…

Más información en http://www.smart.co.uk/dreams/home.htm, página central no oficial para todo lo de Gilliam.

domingo, 7 de octubre de 2007

¿Anarquía?

Pura Anarquía. Tusquets editores (2007). 187 páginas. Traducción: Carlos Milla Soler.



Woody Allen sigue siendo un gran humorista y las ideas todavía le fluyen por la cabeza, pero como escritor en prosa hay que reconocer que se ha estancado. Se sigue moviendo en una serie de fórmulas que quizás pudieron parecer originales y subversivas a finales de los 60 (imitación de formatos periodísticos, ensayo, crítica cultural, parodia de géneros) pero que hoy día, copiadas un millón de veces, llegan a resultar hasta trilladas. En los relatos de estructura más convencional, su voz narrativa tiende a la sobreactuación, insistiendo en la hipérbole como efecto cómico, a menudo trayendo a colación alguna referencia cogida por los pelos y más bien denigratoria a la alta cultura (p.ej., “Grendel, nuestra wagneriana mujer de la limpieza”), que es marca de la casa pero ya rara vez despierta más que una leve sonrisa. Los temas objeto de burla son tan triviales como el material de los suplementos dominicales que los inspira (modas y complejos de la gente del espectáculo o de la alta burguesía contemporánea) y rara vez se eleva por encima del punto de partida (o quizá, qué se yo, sea ese precisamente el punto).

Pero, vamos a ver... ¿De verdad son peores estos cuentos recientes que aquellos antiguos que me hacían retorcerme de risa y aprenderme de memoria las mejores partes? Los fans de cualquier artista tienden a ser sus peores enemigos, exigiendole a grito pelado la emoción de lo nuevo y a la vez otra ración de lo de siempre. Es casi ley de vida que la insolencia, la energía y exuberancia juveniles dejen paso con la madurez a una mayor grado de sobriedad, de introspección y un cierto reencuentro con la tradición (que en los músicos, por ejemplo, se manifiesta en que desertan del rock para engancharse a la clásica, el jazz, el country, el folk o las danzas sufi).

Y el cine de Allen ha pasado por un proceso semejante pero en cambio los textos de Pura anarquía parecen caídos del limbo: no son (ni lo pretenden) profundos, emocionales o reflexivos, pero tampoco fulgurantes, arriesgados ni mucho menos anárquicos; parecen, salvo por las referencias contemporáneas, un material escrito hace treinta años encontrado en un baúl, simples divertimentos o material de encargo en los que ni de lejos Allen echa toda toda la carne a asar. Tras cincuenta años de carrera profesional ampliamente documentada, el maestro tiene que esforzarse un poco más para que sus seguidores de siempre no descubramos el truco a mitad del número. Aunque también es cierto que estos relatos están escritos para medios generalistas, para un público que no se sabe de memoria sus obras completas y cada uno de los chistes que alguna vez ha contado...

Juzgados en esos términos, como una colección de relatos humorísticos sin pretensiones de desbancar a P.G. Wodehouse, no están mal, ni mucho menos, y en realidad su calidad media no está tan lejos de la de los antiguos, pero sin ninguno que alcance el brillo de sus mejores historias, las limitaciones y muletillas de Allen como apresurado escritor humorístico quedan demasiado expuestas. Mucho mejor funcionan los relatos dialogados y los epistolares, donde su talento y oficio como guionista producen escenas mucho más vívidas y con tres frases se muestra capaz de clavar personajes arquetípicos de gran eficacia cómica. El libro está plagado de ideas y situaciones geniales a las que el formato a menudo no termina de hacer justicia (el hombre que se apunta a una secta para aprender a levitar pero se escapa antes de que le enseñen a bajar, el novelista pretencioso contratado para escribir una novelización de Los tres chiflados, el chaval que hace un corto en el campamento de verano para cineastas y se lo compra Miramax -originando un cruce de cartas muy desagradable sobre propiedad intelectual entre sus padres y el director del campamento-, los delincuentes fugitivos buscados por arrancar la etiqueta a unos colchones…). Lástima que Woody haya abandonado el humor absurdo salvo para estos pasatiempos en prosa porque aquí habría material para una película de sketches hilarante.

jueves, 4 de octubre de 2007

Miss Inglaterra


Era nacida en Canada aunque en aquellos tiempos todo era un poco lo mismo, todos leales súbditos de su graciosa Majestad… Lois Maxwell, la genuina señorita Moneypenny, murió el sábado 29 a los 80 años. No es mi intención convertir este blog en una página de necrológicas pero hay gente a la que no se le puede dejar marchar sin presentarles un respeto...

Maxwell, nacida Hooker, se escapó de casa con 15 años para alistarse (mintiendo sobre su edad) en la Segunda Guerra Mundial, donde la asignaron a la división de entretenimiento, girando por toda Europa cantando y bailando para entretener a las tropas hasta que se enteraron de su verdadera edad y tuvo que matricularse en la Royal Academy of Dramatic Arts para evitar la deportación (donde conoció a su futuro compañero de trabajo Roger Moore). Su incursión en Hollywood comenzó fuerte, ganando un Globo de oro en 1947 por una peli con Shirley Temple, pero su carrera no terminaba de cuajar y acabó volviendo a Europa para seguir combinando pequeños papeles en cine y apariciones en televisión...

(fuente: la wikipedia, como siempre; para qué contrastar).

Hasta que en 1962 le dieron a elegir entre dos personajes (ambos igual de cortos) en Doctor No, una pequeña película de espías demasiado ambiciosa para lo ajustado de su presupuesto: uno era el primero de los múltiples ligues del héroe; el otro, la secretaria de su jefe. Lois Maxwell eligió bien y durante 23 años y 14 películas pudo ir juntando un capitalito (no tanto al principio, hasta que se plantó y exigió un aumento) gracias a ese personaje sin nombre de pila ni otro interés o afición conocida que flirtear castamente con James Bond y fingir que no se daba cuenta de cómo su cara iba cambiando, de Sean Connery a George Lazanby, y luego a Roger Moore.

Su personaje y el de venerable Desmond Llewelyn nunca fueron exactamente un desafío para las dotes interpretativas de ninguno, y acabaron degenerando en un simple sketch recurrente, recreando una y otra vez la misma escena con pequeñas variaciones, pasos obligados del ritual de las aventuras de 007. La dependencia de las películas de James Bond de su familia de secundarios empezó seguramente como una forma de sobrecompensación, un cordón de seguridad ante el trauma de sustituir a un actor principal al que todos suponían insustituible- M (el jefe), Q (el viejo de los inventos) y Moneypenny (la secretaria) se convirtieron en los guardianes de la continuidad de la serie, arropando al novato con escenas y diálogos casi calcados de películas anteriores. Para cuando Moore se hizo con el papel a los ojos del público, ya era demasiado tarde, la rutina se había apoderado de la saga.

Maxwell y Moore se retiraron juntos en Panorama para Matar (1985), porque para aquellas alturas sus rutinarias picardías parecían ya diálogos grabados en alguna excursión del IMSERSO, pero el cambio no rejuveneció al personaje sino que acabó de matarlo: ninguna de las sucesivas y nuevamente lozanas Moneypennys (Caroline Bliss y Samantha Bond) llegó a hacer sombra a la original porque esa ridícula relación platónica, sostenida en forma de astracanada desde los 70 por la pura fuerza de la costumbre y del carisma y la química entre ambos actores, resultó imposible de actualizar sin sonrojo a una dinámica contemporánea (esa Moneypenny amenazando constantemente a Bond con denunciarle por acoso sexual...).

La Moneypenny clásica de Lois Maxwell era esa buena chica inglesa, convencional y respetable, siempre a la sombra de tanta femme fatal y damisela en apuros que pasaba por la serie sin dejar rastro, al principio con unas gotitas de Agua de Edipo que convertían en intocable a la secre del jefe (a su vez sustituto del padre), y al final la vieja tía simpática siempre de parte del consentido de su sobrino tan viejo como ella; en esa oficina del gobierno donde 007 no hacía otra cosa que recibir broncas, Miss Moneypenny era a todos los efectos el rostro amable de Inglaterra (y ya se veía en V de Vendetta que ese no es un puesto que pueda cubrir cualquiera).

La era de James Bond el cliché con patas, el muñeco articulado con pajarita y respuestas pregrabadas, llegó a su fin con el advenimiento de San Daniel Craig. Casino Royale fue la primera película de la serie que prescindía de Miss Moneypenny (y Barbara Broccoli ha manifestado su intención de que la próxima siga por el mismo camino). Aún así, a Lois Maxwell le gustó, aunque la encontró demasiado violenta.