miércoles, 31 de diciembre de 2008

Lo que queda de 2008


Mejor película extranjera que le ha gustado a todo el mundo: Wall-E de Andrew Stanton
Mejor película extranjera que no le ha gustado a nadie: Dreams de Kim Ki-duk
Mejor película española: Camino de Javier Fesser
Mejor programa de TV extranjero: The Wire
Mejor programa de TV nacional: Plutón BRB Nero
Mejor disco nacional: El manifiesto desastre de Nacho Vegas
Mejor disco extranjero: Electric Arguments de The Fireman (Paul McCartney y Martin Glover)
Mejor concierto: Bob Dylan (Pamplona, 24 de junio)
Mejor película clásica descubierta en 2008: Viaje alucinante al fondo de la mente (Ken Russell, 1980)
Película clásica más decepcionante vista en 2008: El mago de Oz (Victor Fleming, 1939)
Mejor cómic: Emigrantes, de Shaun Tan (2007)
Mejor libro sobre cómics: El mundo de Mortadelo y Filemón de Miguel Fernández Soto
Mejor novela: El asombroso viaje de Pomponio Flato, de Eduardo Mendoza
Mejor libro sobre tv: The Writers´s Tale, por Russell T. Davies y Benjamin Cook
Mejor canción clásica descubierta en 2008: Race for the Prize de los Flaming Lips

lunes, 29 de diciembre de 2008

No estamos

domingo, 21 de diciembre de 2008

Goyas 2009


Miro la lista de candidaturas a los Goya y suelto una fina interjección. Los girasoles ciegos, única que no he visto de las cuatro principales, arrasa con quince nominaciones y no es que se me haya pasado por alto, es que no tenía ni puñeteras ganas de verla porque ha tenido una críticas flojísimas y me han hablado de ella fatal. ¿Y ahora, me gasto la pasta a disgusto o me abstengo de decir un palabra si luego va y se lo lleva todo el 1 de febrero? Aquí, a la hora de rascarse el bolsillo, es donde se demuestra su dedicación el crítico aficionado.
Y mira que me cae bien Jose Luís Cuerda (y Maribel Verdú) pero Cuerda como director dramático me parece un tío muy plano y escaso de recursos, y empiezo a sospechar que tanto reconocimiento para la enésima película sobre la guerra civil solo puede deberse a la reciente actualidad del tema (es decir, a motivos extracinematográficos) o a que Los girasoles es el guión póstumo de Rafael Azcona como adaptador (pero Azcona decía siempre que el guionista era la puta del director. O sea, que se lavaba las manos del resultado).
O quien sabe, igual es de verdad una obra maestra, aunque me cuesta creer que pueda ser mejor o más original, atrevida y emocionante que Camino de Javier Fesser, una de las mejores películas que he visto este año. Alex de la Iglesia está de acuerdo en que es su favorita, y no lo dice por cortesía, él mismo describió en su blog la conmoción que le había producido. Los Crímenes de Oxford, en cambio, sólo está ahí como reconocimiento a su competencia técnica y a su éxito de taquilla (lo único bueno que ha hecho Alex este año ha sido en televisión, la incomprendida Plutón Verbenero).
Sintiéndolo mucho por Ariadna Gil (que está estupenda en Sólo quiero caminar), el goya a mejor actriz tiene que ser para Carme Elías, que hace una interpretación que corta el aliento en Camino. No se me ocurre nadie mejor en cambio para mejor actor que Diego Luna por la peli de Díaz Yanes pero ¿qué posibilidades tiene contra Benicio del Toro haciendo del Ché? (otra que tampoco he visto).
Más: Penélope Cruz como mejor secundaria (Vicky Cristina Barcelona), Nerea Camacho como actriz revelación (Camino), mejor director novel para Nacho Vigalondo (Los cronocrímenes) y el resto, que gane el mejor.

martes, 16 de diciembre de 2008

Crisis



No sé si será verdad eso que me han dicho de que si no actualizas el blog en una semana, viene la SGAE y te lo confisca. Por si acaso, en vista de que mi crítica de Quantum of Solace se me ha escapado de las manos y está mutando en un tocho peligroso sin final a la vista, la sustituyo por un nuevo intento de chiste estilo El Roto...

lunes, 8 de diciembre de 2008

Españolas temibles


Sólo quiero caminar es la más tarantiniana de las películas de Agustín Díaz Yanes, un thriller estilizado y cinéfilo (con influencias del cine negro oriental y francés y un poquito de Grupo salvaje de Peckinpah), con un gran reparto, buena música y una enérgica dirección que aprovecha bien el impacto semiapocalíptico y la electricidad ambiente de México D.F.
También es un extraño y violento manifiesto feminista sobre mujeres humilladas que se enfrentan a los hombres con sus mismas armas, sobre cómo una banda de ladronas y ocasionales prostitutas ejecuta su venganza contra un gangster mexicano (el fenomenal José María Yazpik) en uno de los países más machistas del mundo occidental. Pero, al menos en este caso, el arquetipo de la vengadora misteriosa funciona mucho mejor en plan individual que colectivo, y la estilización y laconismo de los personajes crea una distancia con el espectador que termina socavando su dimensión dramática. Por mucho que me fastidie coincidir con una crítica de Carlos Boyero, es cierto que no existe una verdadera sensación de amistad o camaradería entre estas mujeres, que se hablan tan poco que la mitad del tiempo uno no sabe si improvisan o siguen un plan. En particular una Victoria Abril muy pasada de vueltas que parece hacer la guerra por su cuenta, prolongando de forma bastante inverosímil su desgarrado personaje de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, ahora reciclada en dedicadísima madre de un futuro prodigio del toreo. Mejor están Pilar López de Ayala como la cobarde de la banda, siempre al borde del ataque de nervios, y Elena Anaya como la cenicienta idiota que descubre demasiado pronto que su príncipe mexicano era un auténtico cabronazo. Espacio aparte merece la verdadera protagonista, Ariadna Gil, impresionante en su primer papel de heroína de acción cumpliendo punto por punto el arquetipo de ángel vengador hiperduro, una pariente lejana de Beatrix Kiddo que cambia la katana por un bate de béisbol. Y todavía, a pesar de la coraza emocional que se trae puesta en el avión, el personaje de Diego Luna
(más arquetipos: el sicario con cara de niño, mítico asesino huérfano de corazón blando al que el actor dota de una profundidad trágica que no entiendo cómo Scorsese no ha llamado aún a Díaz Yanes para comprarle los derechos del remake) se las arregla para tener con ella una abrupta historia de amor. Estos dos personajes, junto con el sórdido villano que interpreta Yazpik, forman el armazón de la película y le ponen el punto mitológico que la eleva sobre cualquier otra entretenida pieza de pulp fiction.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Terremoto en las ondas


Hablando de talibanes, la tempestuosa salida de Radio 3 por parte de Ramón Trecet ha producido entre sus fieles una conmoción equivalente a una hipotética ruptura de relaciones entre Jiménez Losantos y la COPE (no caerá esa), y entre los demás, una sensación de incredulidad como la del libro ese de Saramago donde la península ibérica se desprende del continente y se va por el océano flotando.
Tenía pendiente desde septiembre escribir algo sobre la nueva programación de la emisora que ahora dirigen dos de mis locutores favoritos, Lara López y Diego Manrique. Una nueva etapa llena de promesas de renovación casi en plan Obama (son gente de la casa, comprometidos con su futuro, que lo sabe todo sobre radio y sobre música), en la que el éxito más notable ha sido la impresión de sinergia que se ha apoderado de la parrilla, una sensación de equipo en el que todos reman en la misma dirección en lugar de jugar a los francotiradores, conseguida gracias a recursos tan simples de polinización como cuñas cruzadas, microespacios en programas ajenos y elementales muestras de cortesía tales como anunciar el programa que viene a continuación.
Y en estas va y resulta que el viejo Trecet, casi 40 años en RTVE, 22 haciendo Diálogos 3, denuncia en una entrevista en El Mundo que se marcha, que la nueva direccion le hacía mobbing y no ha parado hasta echarle. Shock y horror. Desde RNE3 contestan que de mobbing nada, que seguían contando con él y que se ha ido porque le ha dado la gana y porque por lo visto tiene una oferta de una radio privada (Radio Marca, donde ya venía colaborando en labores deportivas).

Los fans de Trecet (y tiene muchos, posiblemente era el programa de más exito de la emisora, y seguramente menos por la música que por el peculiar registro mesiánico de su responsable, siempre predicando la muerte del rock y su sustitución, unos meses, por el folk irlandés, otros por sintesistas europeos y de vez en cuando por un escuadrón de vocalistas griegas con tecladillos Casio), le creen a él, evidentemente , y entienden esto como el ultimo eslabón de la destrucción sistemática de la cadena tras las prejubilaciones de tantos profesionales históricos a causa del ERE de RTVE . Dichos fans suelen terminar jurando que no volverán a sintonizar Radio 3 en la puta vida.
No digo yo que no pueda haber un mínimo porcentaje de verdad en la versión de Trecet (no hay peor cuña que la de la misma madera, y las rencillas personales entre los viejos de la radio pública son legendarias) pero me acuerdo de cuando el año pasado, en lo peor de la escabechina (mientras caían Antonio Fernández, Faraco, Iñaki Peña o Chema Rey), Trecet tranquilizaba a sus oyentes explicando plácidamente que todo el que se había ido era porque había querido y que allí no se estaba echando a nadie (toda una exhibición de compañerismo y capacidad de empatía) para pasar sin solución de continuidad a insistir en que lo importante era mejorar el tema de internet en la emisora. Qué lástima que se marche ahora que en la nueva version de la web de Radio 3 cada programa (incluído el suyo, ya difunto) tiene su propia página y su archivo diario de podcast descargables, precisamente ahora que la cenicienta de RNE ha entrado por fin el siglo XXI.

La nueva programación de Radio 3 ha ampliado la gama de géneros musicales (heavy, música francesa, más espacio para las músicas latinas), ha triunfado con varios experimentos interesantes (Melodias pizarras, Sonideros), ha reforzados los espacios contenedores poniendo al frente a algunos de sus locutores más capaces (Marta Echeverría por la mañana, Santiago Alcanda por la tarde) y en general ha hecho una reasignación bastante inteligente de los recursos disponibles. Muchos se han quejado de la proliferación de magacines progres con reportajes sobre asuntos culturales y sociales (la eterna polémica sobre la emisora debe o no ser algo más que pura musica) pero en los 16 años que llevo escuchando Radio 3 nunca había habido a diario tantísima música en directo y un información musical tan exhaustiva. Yo también echaré de menos a Ramón Trecet, aunque sólo sea para poder llevarme las manos a la cabeza con sus burradas de cuando en cuando. Ha sido un tío importante en lo suyo, un gran divulgador de músicas minoritarias que gracias a su entusiasmo han pasado a serlo mucho menos, pero se había convertido un dogmatico engreído cada vez más encantado con sus filias y sus fobias, cuya presencia en antena lo más que aportaba últimamente era puro morbo. En este caso su marcha, más que una tragedia cultural, es simple ley de vida. Como dijo Juan Suárez el día que heredó su horario, El rey ha muerto, ¡viva el rey!.