domingo, 19 de septiembre de 2010
Qué chiquillas
Carmen Maura (Rosa) tiene miedo porque han entrado a robar en su casa. Para sentirse más segura, se compra un pistolón y los guionistas encargados de traerse al aquí y ahora esta serie americana de los 80, quizá por un mal entendido sentido de la fidelidad, pierden la ocasión de mostrarnos a la más tonta de Las chicas de oro recorriendo los bajos fondos en plan inspector Clouseau en busca de algún traficante de armas del mercado negro. Pues no, Rosa se hace con su pistola con la misma facilidad que si viviera en Miami y tuvieran su propia estantería en el super. Y todo así.
Si no van a molestarse en variar un poquito las historias, para quienes ya se las conozcan el único aliciente de este remake españolizado está en la categoría del reparto. Concha Velasco parece haber pillado bien el punto de payaso gruñón del personaje de Doroti (sic) y Carmen Maura sabe hacer gracia hasta cuando los chistes no están ahí para acompañarla. Alicia Hermida lo intenta a su manera pero palidece ante el recuerdo de Estelle Getty como Sofía, la vieja deslenguada original. El eslabón más débil es Lola Herrera como Blanca, que más que una gran dama de libido hiperactiva parece la presidenta de honor del mercadillo de Nuevo Futuro, agotada de haber estado todo el día tras el mostrador. La química entre las cuatro es floja todavía pero supongo que con el tiempo mejorará.
El estreno el pasado lunes fue un éxito de audiencia, acallando las dudas de tantos aguafiestas que no entendíamos qué pintaba semejante serie parasitaria en la parrilla de Televisión Española, si no era para dar empleo a estas buenas señoras y a la gente de la productora de Jose Luis Moreno. Pues está porque al público le gusta; sobre todo a los pensionistas.
sábado, 11 de septiembre de 2010
Al ladrón
Septiembre, el mes purgatorio, aquel al que los profes mandaban a penar a los malos estudiantes hasta que la reforma de Bolonia lo sacó del calendario (o así). Los afortunados que aún disfrutamos de algo así como un trabajo nos frotamos los legañosos ojillos y tratamos de juntar los pedazos de la antigua normalidad pero (ay) resulta que ya no están todos los que son porque los tontos y los malvados no descansan ni en verano...
El último viernes de julio (precisamente el día en que cumplía 60 años) Diego A. Manrique anunciaba en directo que la dirección de Radio Nacional le había rescindido el contrato y que, tras dieciocho años en antena, aquel era, con toda probabilidad, su último Ambigú, el programa estandarte de Radio 3. A la puta calle con alevosía y agostidad, tal como lo definió Julia Otero cuando se lo hicieron a ella. Sin escándalo y sin ruido, que el verano es muy largo, los cuatro gatos que escuchan esa frecuencia están a otras historias y con un poco de suerte, a la vuelta de vacaciones, apenas recordarán el nombre del tipo aquel que estaba de lunes a viernes a las 13.00.
La culpa, claro, la tiene la crisis, ese permanente estado de excepción en el que vivimos en cuyo nombre todas las marranadas se vuelven de pronto posibles. Manrique llevaba dos años como director adjunto de la emisora y mano derecha de Lara López, reconstruyendo Radio 3 tras la devastación del ERE de RTVE que se llevó por delante a tantos de sus nombres más legendarios, haciendo de la necesidad virtud, usando los mimbres que tenían e incorporando a nuevos mitos del futuro como Ángel Carmona (Hoy empieza todo), Javier Gallego (Carne Cruda) o Los hermanos Pizarro (Melodías pizarras), esfuerzos recompensados con un notable ascenso de audiencia en los últimos EGM.
Pero hete aquí que Benigno Moreno, el nuevo director de Radio Nacional, decide hacer una purga de altos cargos para ahorrar y elimina la subdirección de Manrique, lo que incomprensiblemente termina con él de patitas en la calle.
El comunicado oficial de la cadena insinúa que el avariento Manrique exigía demasiada pasta para continuar como un simple locutor, haciendo imposible llegar a un acuerdo. Manrique afirma en cambio que le pusieron delante un contrato basura tipo becario, que le obligaba a renunciar a su antigüedad y a todos sus derechos adquiridos. Cual de las partes miente se verá en el juicio pero nadie que haya escuchado alguna vez El ambigú (la pasión que Manrique le pone a la música, el entusiasmo con el que comparte sus hallazgos con sus oyentes) puede creerse la versión de la empresa (que prefiere gastarse los dineros en radioteatros y en asegurarse locutores estrella tan paniaguados y melifluos como Juan Ramón Lucas).
Para ilustrar la mentalidad de servil peloteo y terror a sacar los pies del tiesto que en los últimos tiempos campa por los pasillos de RTVE Manrique cuenta que no hace mucho alguien de arriba le dio un toque, escandalizado por su crítica del último disco de Sabina: que cómo se le ocurria ponerlo a parir de esa manera siendo el artista de Úbeda el ex-yerno del Director General, el excmo Sr. Oliart. Manrique es un tipo ácido, deslenguado, insobornable, que sin duda ha pisado muchos callos a lo largo de su carrera y posiblemente más de uno se la tenía guardada. Es bueno saber que mientras la cosa pública se cae a pedazos, los inútiles, los mediocres y los adeptos al régimen encontrarán hasta el último momento refugio en ella en puestos ejecutivos, hasta que gracias a su dedicación no quede ya piedra sobre piedra.
Mientras tanto, las movilizaciones en contra de la tropelía no han hecho más que empezar (hoy sábado, por ejemplo, durante la Noche en Blanco madrileña), y en apoyo de Manrique han firmado una lista interminable de ciudadanos populares o anónimos entre los que aparecen titiriteros, periodistas y hasta algún político: Calamaro, Ariel Rot, Concha Buika, Eduardo Madina, Bumbury, Amaral, Fermín Muguruza, Fernando Trueba, Jorge Drexler, Jaume Sisa, Joaquín Sabina (con mala crítica y todo), Julián Hernández, Kiko Veneno, Aute, Marcos Ordóñez, Martirio, Mauro Entrialgo, Max, Nazario, Almodóvar, Rafa Cervera, Roque Baños, Santiago Auserón, Xoel López...
“Confío en que tanto escándalo servirá para frenarlos durante unos meses” ha dicho Manrique en una entrevista para rockola.fm. “Imagino que tendrán que meditar mucho sus siguientes decisiones: querían prescindir de la mayoría de los colaboradores, colocar más programas al gusto de Benigno Moreno, quizás cesar a Lara López. Pero han descubierto que R3 es un hueso duro de roer y andan desconcertados. Aunque La Crisis es un manto oportuno, que puede encubrir muchas iniquidades.”
Si no para otra cosa, las protestas servirán para que el último de esos gestores idiotas y prepotentes, ese cretino decidido a empezar demostrando quién es el que manda, el tal Moreno, sepa que los damnificados nos hemos quedado con su nombre y con su cara. La del gilipollas que se cargó el mejor programa musical de la radio española, una isla de sentido en medio del caos. Que alguien le detenga y le saque para quien trabaja porque para nosotros, los que le pagamos un sueldo de nuestros impuestos, está claro que no.
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