Los hombres que miraban fijamente a las cabras es una comedia a medio cocer, que no tiene muy claro qué quiere ser de mayor y que mientras tanto juega a mimetizarse con otras aunque salga perdiendo en la comparación.
Nos dicen que esta historia sobre una unidad secreta del ejército USA iniciada en los poderes místicos de la mente (telekinesis, telepatía, invisibilidad, incluso aquello de atravesar las paredes) se inspira en hechos reales, que su creación fue autorizada en los 80 por Ronald Reagan (californiano crédulo y gran fan de Star Wars) por miedo a que los soviéticos les tomaran la delantera en la guerra parapsicológica. Seguramente hay una gran película por hacer con ese argumento pero ni el director Grant Heslov ni el guionista Peter Strauhan terminan de acertar con el tono ni la manera de contarlo. Sostenida por la voz en off del personaje de Ewan McGregor (alter ego del autor del libro-reportaje que le sirve de base), este periodista pardillo, tras tropezar por casualidad en Irak con el jedi en la reserva que interpreta George Clooney, despacha lo más original y jugoso de la función en una serie de viñetas al más puro estilo suplemento dominical, intercalando la crónica de la ascensión y caída del Ejército de la Nueva Tierra (el grupo especial creado a su vuelta de Vietnam por Bill Django -Jeff Bridges-, el militar más hippy de todos los tiempos) con sus propias desventuras actuales en zona de guerra junto al veterano soldado chiflado, peripecias que parecen una versión en clave de farsa otra película bastante mejor de Clooney, Tres reyes.
Los hombres que miraban fijamente a las cabras es una comedia que se esfuerza demasiado, que no termina de confiar en el potencial para el absurdo de su premisa y se parapeta detrás de guiños, muecas y referencias fáciles que esgrime a diestro y siniestro como amuletos mágicos de la risa. ¿Hacía falta que Ewan McGregor -Obi Wan Kenobi en las precuelas de La guerra de las galaxias- hiciera como que no sabe de qué le hablan cuando Clooney se describe a sí mismo como un jedi? Y ya puestos, ¿hacía falta repetir la palabrita cada cinco minutos?
Si ya es malo que McGregor recupere en clave de parodia (pero casi igual de soso) su papel de joven aprendiz de los caminos de la Fuerza de La amenaza fantasma (algo así como cuando un Marlon Brando en plena caída libre salió imitando a Don Corleone en El novato), peor es que su caso no sea el único: con unos personajes apenas intuidos, abandonados en crudo a los actores para que ellos los rellenen con su carisma y su currículum, George Clooney se dedica a poner las mismas caras de tonto que ha practicado con mucha más fortuna en varias películas de los Coen y el mismísimo Jeff Bridges acaba completamente desaprovechado en una especie de caricatura desangelada de su memorable colgado de El gran Lebowski.
Que sí, que a ratos te ríes, y es curiosa y no está mal hecha, y hasta tiene algún apunte de mala uva, cierto intento de sátira sobre la muerte del sueño hippy (ese cuento de una República que crea un cuerpo de caballeros jedi y los acaba disolviendo cuando se entrega al Lado oscuro y se convierte en Imperio) pero con estos actores y ese material de partida la mediocridad del resultado no puede dejar de decepcionar.
lunes, 5 de abril de 2010
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