domingo, 6 de abril de 2008

El final más largo



Yo soy Bea es esa serie de Telecinco que antes ponían al acabar el Tomate y a la que mi madre está irremediablemente enganchada, hasta el punto de que cada tarde que tiene que salir me hace grabarle el episodio e incluso me obliga a escuchar la última perrería del villano como si yo tuviera la menor idea de qué me está hablando. Y como ella un montón de gente.

Pero el caso es que la paciencia tiene un límite, que Bea la fea lleva más de 400 capítulos sin cambiar de look ni acabar de emparejarse con el galán (frente a los 169 episodios del original colombiano ), y que hasta los más fieles seguidores se han percatado de que la trama no avanza ni a tiros y que las entregas diarias se van quedando en nada, apenas una rodajita de escenas emparedada entre interminables bloques de anuncios. "¿Cuándo terminará de una maldita vez esta serie que nos mantiene encadenados?" se pregunta su público ya en plena dinámica amor-odio, “¿será verdad eso que hemos oído de que acaba la semana que viene?”. Para responder a una duda tan acuciante consulto un par de foros sectoriales y cuando le cuento a mi madre que el plan es alargarla todavía hasta junio casi se cae de culo y luego se sube por las paredes despotricando indignada por semejante tomadura de pelo. Y digo yo, vale que los de Telecinco son gente con estudios que seguro que han calculado al milímetro las ventajas e inconvenientes de no soltar la presa y estirarla todo lo humanamente posible pero, ¿una explotación tan descarada no es pan para hoy y hambre para mañana? ¿No les terminará pasando factura este tercer grado al que vienen sometiendo a su indefensa audiencia, volverán sus escaldados espectadores a reengancharse en masa al siguiente culebrón y pelillos a la mar y aquí no ha pasado nada, o será verdad eso de que no se puede engañar a todos todo el tiempo? Y pensar que era Mercedes Milá la que presumía de experimento sociológico...

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