domingo, 27 de abril de 2008

Hollywood Are Us



Fue durante los 80 cuando los videoclubs tomaron los bajos de nuestras calles como una epidemia descontrolada de portales mágicos con enlace directo al maravilloso universo de las películas que jamás de los jamases nos echaban por la tele. De estos antiguos templos del conocimiento, hoy reliquias de arcaicos hábitos de ocio, apenas sobreviven unos pocos con la ayuda de las chucherías y los cajeros automáticos de servicio 24 horas; sin embargo, ante la disyuntiva de desaparecer o convertirse en efímeros eslabones de la franquicia Blockbuster, queda aún la tercera opción que propone Michel Gondry en Rebobine por favor: la salvación comercial a través de la marcianada del Hágalo usted mismo.

Mientras Danny Glover, propietario del videoclub Rebobine por favor, anda de viaje espiando a la competencia en busca de nuevos métodos para optimizar su negocio, su dependiente Mike (Mos Def) y el pirado de su mejor amigo Jerry (Jack Black) se las arreglan para borrar accidentalmente todas las cintas VHS (a ese local nunca llegó la conversión al DVD). Pero lo que comienza como una catástrofe sin paliativos resulta finalmente una bendición disfrazada cuando los dos amigos, con la osadía que sólo la ausencia total de sentido común proporciona, se arrojan cámara en mano a protagonizar sus propios remakes de recordados clásicos de los 80 y 90 como Cazafantasmas, Hora punta 2, Robocop o Paseando a Miss Daisy para reemplazar las copias perdidas.

El director confesaba en una reciente entrevista su amor absoluto por Regreso al futuro, otro tótem cultural de los 80 que curiosamente no se incluye entre los remakes, quizá para evitar redundancias puesto que en las primeras escenas la dinámica entre Black y Moss (y hasta los efectos visuales) podrían recordar a más de uno los delirios de Doc Brown arrastrando a sus paranoias pseudocientíficas a un alucinado y algo obtuso Marty McFly. Pero ese tono caricaturesco algo pasado de decibelios enseguida se encauza y desemboca en una luminosa comedia naif que aprovecha hasta el fondo el absurdo de su premisa y funciona como intrigante manifiesto por la autogestión cinematográfica, la desmitificación del proceso creativo (porque hay sólo una diferencia de grado entre recrear lo que ya existe y crear lo que nunca ha existido) y la reversibilidad esencial de los papeles de autor y espectador, todos juntos y revueltos en una misma corriente de energía creativa colectiva en la que están de más los vendedores, los contables y hasta los medios técnicos porque todo es ponerse.

Un sorprendente viaje a las esencias pioneras de George Meliés por parte de su compatriota Michel Gondry, director de Olvídate de mí y antes de eso de numerosos spots y videoclips para lumbreras como Björk, Radiohead, Chemical Brothers o los White Stripes; el hombre que presumía de haber inventado el tiempo-bala antes de Matrix ahora reniega de los artificios digitales, apostando en su lugar por el VHS y el reciclado del arte povera (construyendo en el proceso imágenes de auténtico impacto, muchas hilarantes –los efectos especiales de los cazafantasmas, las naves espaciales de 2001- y otras, como el árbol de trompetas, que son pura poesía visual).

Por supuesto, la nostalgia analógica de Gondry es tan ficticia como las películas reconstruidas que alquilan los de Rebobine por favor, más que nada un recurso de estilo para rodear las imposiciones de una industria empeñada en vendernos a los nativos cada vez más brillantes baratijas de colores. Nadie mejor que él para saber que utopías creativas como la que nos muestra sólo son imaginables en la era de internet y sus nuevos espacios alternativos de encuentro (antes que en un romántico viejo local a un paso del derribo en los suburbios de Nueva Jersey). Rebobine por favor es una trola tan tremenda como la historia de Fats Waller que cuenta Danny Glover pero sin embargo, en ambos casos, la mentira queda mucho mejor.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues a mí me gusta el comienzo así tan raruno que parece un cartoon, aún más si lo comparas con el final, casi sentimental.. eso hace aún más rara esta peli. Una cosa raruna raruna genial.