martes, 8 de abril de 2008

El hombre que saltó milenios


Se ha muerto Charlton Heston y es como si se hubieran muerto el mismo día Harrison Ford, Mel Gibson y Arnold Schwarzenneger: Heston fue el héroe por autonomasia de los 50, 60 y primeros 70, el yanki granítico y sin dobleces, rey indiscutible del cartón piedra y el cinemascope.

A estas horas ya se me ha adelantado todo el mundo a escribir sobre él (por ejemplo, mucho mejor, Jordi Costa en El País); que si Moisés, que si el Cid, Ben-Hur, y lo de esa última aparición suya en Bowling for Columbine junto al no menos heroico documentalista Michael Moore, dándole la puntilla a un pobre viejo enfermo gracias a la magia del montaje y de la demagogia, pintándolo como un fanático sanguinario incapaz de sentir compasión por las víctimas de una matanza escolar. 84 años dan para toda una vida de contradicciones y el ultrarrepublicano defensor de las armas de sus últimos años es el mismo hombre que se manifestó en los 60 por los derechos civiles junto a Martin Luther King; supongo que en algún momento le cambió el concepto de qué significaba ser un héroe.

En cuanto al cine, aún apreciando sus trabajos históricos de los 50, mucho más interesantes me parecen sus películas posteriores, cuando sus personajes se alejaron de la santidad y se pasaron al lado de los cabronazos. Llegaban tiempos descreidos y revueltos y Heston supo dar el salto del pasado al futuro, convirtiéndose en el icono de la ciencia ficción apocalíptica: El último hombre vivo (otra versión de Soy Leyenda), Cuando el destino nos alcance o, sobre todo, El planeta de los simios, quizá la película definitiva de su género, donde el astronauta cínico y brutal de Heston representaba a la perfección al último eslabón de una civilización destinada a perecer por su propia locura.
Entre medias, otra rareza en su filmografía, ese insospechado papel de honestísimo policía mexicano teñido de moreno en Sed de mal. Charlton Heston tuvo que pelear con el estudio para que dejaran a Orson Welles dirigirla y el resultado fue la última obra maestra que Welles rodaría en Hollywood. Otros muchos, incluso supuestos admiradores de su cine, jamás echaron un cable al viejo maestro, así que algo tiene que contar en el balance.

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