lunes, 1 de diciembre de 2008

Terremoto en las ondas


Hablando de talibanes, la tempestuosa salida de Radio 3 por parte de Ramón Trecet ha producido entre sus fieles una conmoción equivalente a una hipotética ruptura de relaciones entre Jiménez Losantos y la COPE (no caerá esa), y entre los demás, una sensación de incredulidad como la del libro ese de Saramago donde la península ibérica se desprende del continente y se va por el océano flotando.
Tenía pendiente desde septiembre escribir algo sobre la nueva programación de la emisora que ahora dirigen dos de mis locutores favoritos, Lara López y Diego Manrique. Una nueva etapa llena de promesas de renovación casi en plan Obama (son gente de la casa, comprometidos con su futuro, que lo sabe todo sobre radio y sobre música), en la que el éxito más notable ha sido la impresión de sinergia que se ha apoderado de la parrilla, una sensación de equipo en el que todos reman en la misma dirección en lugar de jugar a los francotiradores, conseguida gracias a recursos tan simples de polinización como cuñas cruzadas, microespacios en programas ajenos y elementales muestras de cortesía tales como anunciar el programa que viene a continuación.
Y en estas va y resulta que el viejo Trecet, casi 40 años en RTVE, 22 haciendo Diálogos 3, denuncia en una entrevista en El Mundo que se marcha, que la nueva direccion le hacía mobbing y no ha parado hasta echarle. Shock y horror. Desde RNE3 contestan que de mobbing nada, que seguían contando con él y que se ha ido porque le ha dado la gana y porque por lo visto tiene una oferta de una radio privada (Radio Marca, donde ya venía colaborando en labores deportivas).

Los fans de Trecet (y tiene muchos, posiblemente era el programa de más exito de la emisora, y seguramente menos por la música que por el peculiar registro mesiánico de su responsable, siempre predicando la muerte del rock y su sustitución, unos meses, por el folk irlandés, otros por sintesistas europeos y de vez en cuando por un escuadrón de vocalistas griegas con tecladillos Casio), le creen a él, evidentemente , y entienden esto como el ultimo eslabón de la destrucción sistemática de la cadena tras las prejubilaciones de tantos profesionales históricos a causa del ERE de RTVE . Dichos fans suelen terminar jurando que no volverán a sintonizar Radio 3 en la puta vida.
No digo yo que no pueda haber un mínimo porcentaje de verdad en la versión de Trecet (no hay peor cuña que la de la misma madera, y las rencillas personales entre los viejos de la radio pública son legendarias) pero me acuerdo de cuando el año pasado, en lo peor de la escabechina (mientras caían Antonio Fernández, Faraco, Iñaki Peña o Chema Rey), Trecet tranquilizaba a sus oyentes explicando plácidamente que todo el que se había ido era porque había querido y que allí no se estaba echando a nadie (toda una exhibición de compañerismo y capacidad de empatía) para pasar sin solución de continuidad a insistir en que lo importante era mejorar el tema de internet en la emisora. Qué lástima que se marche ahora que en la nueva version de la web de Radio 3 cada programa (incluído el suyo, ya difunto) tiene su propia página y su archivo diario de podcast descargables, precisamente ahora que la cenicienta de RNE ha entrado por fin el siglo XXI.

La nueva programación de Radio 3 ha ampliado la gama de géneros musicales (heavy, música francesa, más espacio para las músicas latinas), ha triunfado con varios experimentos interesantes (Melodias pizarras, Sonideros), ha reforzados los espacios contenedores poniendo al frente a algunos de sus locutores más capaces (Marta Echeverría por la mañana, Santiago Alcanda por la tarde) y en general ha hecho una reasignación bastante inteligente de los recursos disponibles. Muchos se han quejado de la proliferación de magacines progres con reportajes sobre asuntos culturales y sociales (la eterna polémica sobre la emisora debe o no ser algo más que pura musica) pero en los 16 años que llevo escuchando Radio 3 nunca había habido a diario tantísima música en directo y un información musical tan exhaustiva. Yo también echaré de menos a Ramón Trecet, aunque sólo sea para poder llevarme las manos a la cabeza con sus burradas de cuando en cuando. Ha sido un tío importante en lo suyo, un gran divulgador de músicas minoritarias que gracias a su entusiasmo han pasado a serlo mucho menos, pero se había convertido un dogmatico engreído cada vez más encantado con sus filias y sus fobias, cuya presencia en antena lo más que aportaba últimamente era puro morbo. En este caso su marcha, más que una tragedia cultural, es simple ley de vida. Como dijo Juan Suárez el día que heredó su horario, El rey ha muerto, ¡viva el rey!.

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