viernes, 26 de junio de 2009

Déjà vu


Imagina que tienes una gran idea para una película de terror. El consejo del director destroyer arrepentido Elio Quiroga sería: “Antes de que te la roben, escóndela cuidadosamente dentro de un remake lo más plano que puedas de El Orfanato". Y como muestra, su propia NO-DO.

Cansado y mosqueado de las incidencias de la vida diaria que conspiran para mantenerme apartado de este blog, oh queridos lectores, y aún teniendo por delante varias películas excelentes para comentar (Star Trek, Ponyo en el acantilado, Los mundos de Coraline), me salto el habitual orden cronológico para despotricar contra la única de la que he salido echando pestes.
NO-DO es un producto bien rodado, con excelentes actores (Ana Torrent, Héctor Colomé), que funciona dando a ratos susto y repelús y que seguramente se venderá pasablemente en el extranjero ahora que parece que hemos creado los cimientos de una especie de industria autóctona del fantástico (ya lo estoy viendo, anunciada en caracteres más grandes que el título: “Si te gustaron Los otros o El orfanato, te encantará NO-DO”. Pero, ¿era realmente necesario para triunfar por el mundo reunir con tanta cara semejante antología de topicazos de nuestro último cine de género? Casas encantadas, madres histéricas, maridos incrédulos, viejas locas que callan algo, bebés que lloran al paso de fantasmas de niños muertos… ¿Será capaz Quiroga de defender que lo suyo no es pura explotación mimética de un éxito previo? Y no sólo roba de El orfanato, también fagocita bastante de La habitación del niño, la Película para no dormir de Alex de la Iglesia. NO-DO es una obra ramplona, mecánica, sin chispa, montada a base de estereotipos y trozos de historias bastante mejores que ella, unidos por saltos de trama ridículos, con personajes de cartón cuyas angustias es imposible creerse, sin apenas detalle de inspiración que la ilumine.
Y lo que más me cabrea no es el desperdicio de tiempo, dinero y talento por parte de todos los implicados, lo que no tiene perdón de dios es la tomadura de pelo que supone arruinar de esta manera una premisa de partida tan brillante y llena de posibilidades, la de ese equipo B de reporteros del NO-DO enviados a cubrir en secreto toda clase de milagros y fenómenos paranormales con el fin de reivindicar para la España franquista su posición como eje de la Cristiandad. Esa es la película que valía la pena ver y no otra más de parejas con pasta que se mudan a un caserón gótico y se arrepienten la primera noche. Un caso para estudiar: Elio Quiroga, que debutó con Fotos pidiendo paso como sucesor de Almodóvar y Buñuel y salió escaldado de la experiencia, se esfuerza tanto ahora por no asustar a nadie, por demostrar su calidad de artesano fiable y discreto al servicio de la taquilla, que el resultado es casi más bizarro y desconcertante que cuando iba de artista.

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