Posiblemente el mundo no necesita otra crítica negativa de la Alicia de Tim Burton pero, ya que me he tomado la molestia de verla entera, que se joda el mundo...
Como Disney ya tenía una Alicia en nómina (la del clásico animado de 1951), quizá para no contraprogramarse a sí misma con una versión en imagen real, o puede que para no poner cortapisas a la desbordante creatividad de su antiguo empleado Tim Burton a la hora de customizar el relato, es por lo que esta nueva versión se presenta a sí misma como una secuela (Alicia adulta de vuelta en el País de las Maravillas) pero con todas las ventajas del remake (no recuerda nada, se vuelve a encontrar con los mismos personajes y reacciona exactamente igual que cuando era una cría, lo que bien pensado resulta un poco alarmante desde el punto de vista psicológico).
Curiosa manera de tentar a la suerte repitiendo tan de cerca la estructura de Hook, uno de los contados grandes fracasos de Spielberg, aquella película elefantiásica y descompensada en la que un Peter Pan adulto y amnésico volvía a Nunca Jamás para redescubrir al niño que fue y aprender a ser mejor padre y a trabajar menos.
Pero al menos Hook contaba con el brillante mano a mano entre Robin Williams y Dustin Hoffman; aquí la pobre Mia Wasikowska hace lo que puede con la insustancialidad del personaje que le ha tocado en suerte y que no habría salvado ni la propia Meryl Streep. Alicia ha crecido, ha olvidado sus aventuras en el submundo y se ha convertido en una joven con la cabeza llena de fantasías (todo el día en las nubes o con un déficit de atención tipo Homer Simpson), el típico bicho raro burtoniano que no encaja en su entorno, en este caso la rígida sociedad victoriana que la empuja a casarse con un cenutrio aristócrata. El día en que el lord se le declara, ella huye despavorida, se cae por un agujero y llega al País de las Maravillas, reduciendo el resto de la aventura (larga y tediosa y de la que apenas se salva a ratos el diseño artístico) a una especie de sesión de coaching para resolver sus conflictos en el mundo real.
Allí a Alicia se le insistirá una y otra vez en que debe aprender a ser ella misma y elegir su propio destino mientras (ironías de la vida) el guión la empuja a recorrer una de las estructuras narrativas más rígidas y trilladas que existen, la del ciclo del héroe providencial (dice una profecía que ella, tan joven e indefensa, será quien mate al monstruoso Jabberwocky liberando al país de la tiranía de la Reina de Corazones -Helena Bonham-Carter con cabeza gorda-). Desde luego es un desarrollo diferente del nonsense de Lewis Carroll, quien seguro que nunca imaginó a su Alicia disfrazada de Juana de Arco matando dragones en otra fantasía heroica del montón (pero que al menos ahora tiene un tercer acto que coincide con lo que se enseña en los talleres de guionistas).
Wasikowska no recibe mucha ayuda por parte Johnny Depp, su compañero de reparto y primer nombre en los créditos, cuyo Sombrerero Loco, transformado en una especie de torturado héroe romántico de incógnito, es la encarnación de todo lo que falla en esta película: estrafalario y colorista por fuera, sobado y convencional por dentro. En la versión original ponen voces gente tan ilustre como Alan Rickman (la oruga azul), Stephen Fry (el gato de Cheshire) o Christopher Lee (el Jabberwocky) pero para el uso que les dan se podían haber quedado en casa.
Alicia volverá al mundo real a ocuparse de sus asuntos convertida en una mujer que sabe quien es y lo que quiere. Nada de matrimonios que asfixien su fértil imaginación y su espíritu aventurero: ha descubierto que su lugar está en el mundo de los negocios, en la antigua compañía de su difunto padre ideando intrépidas nuevas rutas comerciales con los países de oriente como una moderna Marco Polo.
Tan prosaico final deja en evidencia a los que afirman que Tim Burton hace años que no tiene nada que decir como creador, que ya no es más que un director artístico con ínfulas que tocó techo con Eduardo Manostijeras y Pesadilla antes de Navidad y desde entonces se repite más que el ajo. Pues no, Burton sigue esforzándose por poner un trocito de su alma en cada nueva obra que factura, es simplemente que sus actuales nociones acerca de la fantasía, la madurez y la vida como exitoso adulto funcional ya no encajan mucho con la estética que cultiva y el rollo que se tira. Y esta película que es pura mediocridad, que parece construida por un comité en piloto automático en base a la ley del mínimo esfuerzo, que no tiene más razones para existir que sumar otro disfraz de repelente majara a la galería de grotescos de Johnny Depp y que Disney se llene las arcas con otro falso 3d, no es quizá el lugar más oportuno para restregarnos sus supuestas dotes de visionario integrado con olfato comercial.
domingo, 23 de mayo de 2010
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