viernes, 25 de julio de 2008

M_Night Apocalypse


El incidente es una pequeña película de terror medioambiental, un poco al estilo de Los pájaros, y que sin embargo se distingue por arrojar sobre el espectador algunas de las imágenes más desasosegantes que recuerdo en mucho tiempo. Se podría ver como un trabajo menor y a la defensiva de un M. Night Shyamalan replegado al terreno de las convenciones del género tras el desmelene metatextual de La joven del agua, pero la rabia canina con la que la ha destrozado la mayor parte de la crítica yanki le lleva a uno preguntarse si el director indoamericano no habrá pinchado sin pretenderlo en una zona sensible de la psique de sus compatriotas.

El verdadero misterio de El incidente es esa virulencia con la que la han acogido tanto los críticos de internet como los de verdad (19% en el tomatómetro de rottentomatoes.com). Se ha llegado a escribir que es una chapuza tan abismal que asombra que se haya llegado a estrenar comercialmente, que en su imparable declive creativo desde El sexto sentido, Shyamalan ya no sólo demuestra su incompetencia como guionista sino que hasta ha terminado por perder los rudimentos más básicos como director (más de uno deja caer el nombre de Uwe Boll). Se le reprocha incluso que falte una sorpresa final como si fuera una traición a su identidad como autor (cuando se supone que el consenso era que todo el mundo estaba aburrido de verle hacer siempre el mismo truco). Describían una catástrofe tan patética y aberrante que a punto estuve de hacer la tontería de pasar de verla y ahorrarme el disgusto, y menos mal que no lo hice porque salí del cine convencido de que toda esa gente había visto otra película en un universo paralelo.

El Incidente no es, ni de lejos, la peor película de Shyamalan ni tampoco una obra maestra indiscutible (casi todas las suyas contienen algún elemento que chirría): la pareja protagonista (Mark Wahlberg y Zoey Descharnel), él profesor de ciencias, ella una misántropa medio autista, resultan más bien fríos y antipáticos (o igual es que simplemente les pillamos en un mal día) y algunos diálogos suenan forzados aunque están dentro del tono de fábula de serie B que parece buscar el director. Y eso es todo, y tampoco es que se hable demasiado en una cinta donde los personajes apenas hacen otra cosa que huir espantados de un enemigo invisible mientras a su alrededor la comunidad humana se desintegra y cae fulminada. Algo en el aire conduce al que lo respira a matarse, y la hipótesis inicial del ataque terrorista pronto es sustituida por otra mucho más aterradora… Sonaba un poco elemental como premisa esto de las plantas vengándose del ser humano, pero la ejecución es escalofriantemente verosímil y la sonrisa se congela desde el primer minuto en que una chica sentada en el parque se calla en mitad de una frase y se apuñala el cerebro con una aguja. Todo el mundo sabe que nos estamos cargando el planeta pero nadie hasta ahora había imaginado que nuestra forma de vida nos conduciría literalmente al suicidio en masa. Una metáfora, sí, un cuentecillo moral, pero hay que ver lo que acojona.

O sea, que a mí me ha gustado (mucho), y que conste que lo mío no es un caso aislado porque las críticas en España han sido bastante buenas en general (a Jordi Costa, por ejemplo, le parece una película comercial arriesgadísima, llena de golpes de genio) y a lo más que llegan las peores es a decir que es lenta y una de tantas. Nada de “suicidio comercial”, “ridícula”, “las peores interpretaciones de unos profesionales a los que se pague por actuar “o chistes racistas con el apellido del director. Por eso, ante una recepción tan diferente, uno empieza a sospechar que hay alguna misteriosa interferencia cultural actuando de por medio.

Los foros americanos de internet están llenos de gente despotricando en contra sin apenas discrepancia, y no sólo los típicos vándalos que disfrutan más destrozando las películas que viéndolas como las personas, esos chavales de 15 años que se creen figuras soltando bilis contra el presuntamente arrogante y pomposo creador de El sexto sentido y El protegido (menuda ironía). Muchos antiguos admiradores de Shyamalan parecen haber sido incapaces de entrar desde el primer momento en la lógica de la historia, saliéndose completamente de la película y encontrándolo todo ridículo, falso, pretencioso, aburrido y de mal gusto, aplicándole un escrutinio a mala leche del que no saldría viva ninguna obra de ficción. O se juega o no se juega pero es imposible ver una película como esta indignándose por chorradas como que el agujero de bala que dejaría en un cráneo una pistola reglamentaria de la policía aplicada sobre la sien tendría que ser mucho más grande (que para más coña resulta que no). Tan sólo una de tantas excusas a las que se aferran para salirse por la tangente del relato.

¿Qué es lo que les provoca realmente tanto rechazo? ¿Será el tema ecológico y su crítica explícita de la actual forma de vida occidental? ¿Serán más bien las imágenes espeluznantes de esos suicidios inducidos por las toxinas en el viento, tan repentinos, tan gráficos e inexorables, quizá demasiado para el cuerpo en la cultura de la eterna juventud con aspiraciones de vivir para siempre, o es sólo porque no las causa un enemigo tangible al que se pueda matar de un pepinazo? Desde aquí y en nuestra ignorancia solo podemos hacer sociología de salón pero me parece que rascando un poco saldría tema para un estudio académico encuadernable en tapa dura…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alberto, por dios. Sé que la crítica de un admirador de Show Girls no contará para ti mucho, pero con EL INCIDENTE ME DORMIIIIIIÍ... y más tarde fui a regar el geranio, por si acaso.

Nos vemos
Tote

Alberto Tejero Villalobos dijo...

¿Te dormiste, en serio? Pues yo al revés, casi no duermo esa noche de la impresión que me dió. También es verdad que por la parte de en medio la peli coge un ritmo un poco vegetal pero aún así... De todas formas, por si las moscas, póngame a los pies de su geranio.