domingo, 25 de enero de 2009

Los cenizos de guardia


No sé cuantas veces llevamos celebrando el comienzo del siglo XXI. Primero fue la caída del muro de Berlín, que no estuvo mal, quizá un poco prematura para ser apenas 1989. Luego vino aquello tan chusco de si tocaba en el 2000 o el 2001, y poco después lo de las torres gemelas. Aquel día también me tocó seguirlo desde el trabajo por la radio, y comparando experiencias tengo que decir que este siglo XXI que empieza con Obama tiene mucha mejor pinta que ninguno de los anteriores, y que por mí esta vez puede ser perfectamente la definitiva.

Una pequeña observación, sin embargo, sobre tanto agorero de guardia presente en todas las tertulias, tan preocupado por hacernos bajar de la nube, por convencernos de que el nuevo presidente americano no es más que un hombre y no Buda reencarnado, que lo único que ha demostrado hasta el momento es que es negro (o mulato), que la mayoría le ha votado confundiéndolo con Will Smith y que, aún en el remoto caso de que fuera la persona adecuada para circunstancias tan graves, nada va a cambiar en el fondo ni podría en ningún caso hacerlo porque la realidad es tozuda, las ilusiones inútiles, y los intereses y estrategias de las superpotencias una verdad inmutable.
Y se me ocurre que todos estos cínicos que se ríen de esas masas de ingenuos esperanzados y desdeñan tanto la importancia del factor humano y las convicciones perfectamente articuladas y sensatas del nuevo mandatario (palabras y nada más que palabras, aunque no se parezcan a las de ningún otro), deben de haber estado viviendo cómodamente en una cueva los últimos ocho años para no haber notado la fuerza del cambio a peor, la manera en que un puñado excepcional de desaprensivos e idiotas al frente de ese mismo país se las han arreglado para transformar el mundo a la altura de las más negras pesadillas de George Orwell o Alan Moore, llegando a hacernos dudar de si no habríamos caído en un universo paralelo al estilo del Pottersville de Qué bello es vivir, con retroceso incluido a los peores tiempos de la Gran Depresión. ¿Será una cosa de la entropía del universo que el único cambio posible sea siempre para mal?
Que la cosa está jodida ya lo sabemos, pero aún así existe toda una escala de grados y una cuesta arriba y una cuesta abajo: porque íbamos caminando sonámbulos en pijama entre los coches hasta que nos ha atropellado el camión de la basura, y ahora, conscientes pero en la UVI, sólo nos queda rezar para que el médico sepa lo que está haciendo. Quizá lo nuestro tenga arreglo o quizá no, pero al menos, como le pasa a cualquier paciente de House que alcanza a sobrevivir a los títulos de crédito, el pronóstico ahora mismo es bastante mejor que cuando nos encontraron tirados en la calle. ¿Suena eso lo bastante lúcido?

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