lunes, 10 de marzo de 2008

Lo que España vota va a misa


Qué razón tiene Wyoming en
El intermedio, eso de que siempre votáis para hacer daño; y esto es lo que pasa cuando se pide la opinión a cualquier desgarramantas sin criterio con acceso a móvil o internet, que os tomáis Eurovisión a guasa como si no fuera el honor de la patria lo que estuviera en juego, y acabáis mandando a competir contra el pavo de Irlanda a un tío de la escuadra de Buenafuente con un tupé más grande que él, que para más inri canta un tema compuesto por Pedro Guerra y Santiago Segura (¡si Jose Luis Perales levantara la cabeza!).

Y además es la única opción consecuente para un festival que es desde hace décadas un chiste internacional (que hace dos años, sin ir más lejos, ganaron unos klingon satánicos) y que, por muy inconcebible que le parezca a ese viejecito tan verboso que ha consagrado su carrera a comentarlo, tiene tanto que ver con la música como la banda sonora de un anuncio de sujección de dentaduras (porque si no Guille Milkyway/ La casa azul estaría ahora mismo consultando la guía de hoteles de Belgrado).
De entre el triste desfile de preseleccionados (mitad ganadores de las votaciones en Myspace, mitad voluntarios repescados por un sagazísimo jurado de expertos), una ecléctica mezcla de aficionados con ganas, principiantes sin pulir, inútiles con pose y la citada estrella emergente del pop distorsionando la competencia como si Dostoyevski se apuntara a un concurso escolar de redacciones, Rodolfo Chikilicuatre se destacó desde el primer día como el friki más autoconsciente y con más gracia, y era inevitable que el sábado volviera a arrasar. Vale que la gracia de la canción se concentra en la letra y que es posible que no la acaben de captar allende nuestras fronteras pero, en el fondo, ¿no es preferible así? Ganar en Eurovisión es un embolado tremendo que te obliga a organizar y pagar la gala del año siguiente; con el Chiki-Chiki TVE se lava las manos del resultado a la par que se asegura una audiencia amplia y rejuvenecida dispuesta a partirse con el concurso ( y de paso da un poco más de lustre a su curiosa relación simbiótica con Andreu Buenafuente y la productora Mediapro) ¡Todos contentos salvo Uribarri!

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