domingo, 15 de junio de 2008

Las semillas del diablo


Un título tan florido como Antes de que el diablo sepa que has muerto no acaba de transmitir la negrura sideral de este fenomenal thriller protagonizado por Philip Seymour Hoffman, Ethan Hawke, Albert Finney y Marisa Tomei. Sin embargo, el subtexto religioso le encaja bien a esta crónica de crímenes y castigos de resonancias casi bíblicas que discurre por entero en el territorio endogámico de la familia patriarcal. Cría cuervos y te sacarán los ojos y los llevarán a empeñar

Los hermanos Hanson (Hoffman y Hawke), el aparente triunfador frío y calculador y el fracasado iluso y maleable, son dos sujetos patéticos de existencia parasitaria que han estado jugando al borde del abismo hasta que la vida les corta las alas y amenaza con estrellarlos finalmente contra el fondo. Locos por conseguir dinero rápido, en un intento desesperado de esquivar lo irremediable,  cargan todo su peso sobre el cordón umbilical que el resentido personaje de Hoffman nunca terminó de cortar. ¿Por qué no atracar la joyería de sus propios padres? Un crimen sencillo, sin víctimas, nada más que un pequeño susto y unas pérdidas que cubrirá el seguro.

Que todo sale mal lo sabemos prácticamente desde el principio porque la película se estructura en una serie de saltos temporales a lo Tarantino, cada uno de los cuales hurga más profundamente en la ignominia de la situación, aunque la estupidez y las consecuencias de la torpe actividad criminal recuerden más a Fargo que a Reservoir Dogs. Corrientes del último cine negro que se filtran en el guión del debutante Kelly Masterson (nuevo para el cine pero un autor teatral con cierta reputación) recogidas y encauzadas por la mirada de rayos x no apta para chorradas de uno de los últimos clásicos vivos del cine norteamericano, Sidney Lumet (12 hombres sin piedad, Serpico, Network: un mundo implacable, Veredicto final), que a los 83 años da una lección de lucidez, rigor y mala leche que es un auténtico coletazo de dinosaurio en la cara de todos los que a estas alturas preferirían verlo en un asilo.
A Lumet le perdí la pista después de Negocios de familia (1989), aquella comedia dramática más bien flojucha sobre tres generaciones de ladrones (Sean Connery, Dustin Hoffman y Matthew Broderick); aún sin haberse dejado retirar nunca, diversos productos alimenticios del estilo del remake de Gloria de John Cassavettes a mayor idem de Sharon Stone hacían pensar que la edad y la rutina habían acabado por apagar su llama. Es estupendo reencontrarle con la energía y convicción de sus mejores tiempos, entrando hasta el fondo en el alma de sus personajes para insuflarles vida y verdad mucho más allá de las claves del género, construyendo un estudio desolador de los aspectos más mezquinos de la condición humana. Una película urgente y apasionante, que te deja exhausto y tarda en digerirse, peligrosamente relevante para estos tiempos de crisis en que revientan las burbujas y se pone a prueba el material del que están hechos los sueños de un par de generaciones de hijos malcriados.

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