domingo, 12 de octubre de 2008

Oriente desorienta


Dicen que uno de los grandes chascos de la edición 2008 del festival de cine de San Sebastián fue Dreams, la última peli del coreano Kim Ki-duk. ¿Y todos esos que se pusieron a aplaudir al terminar la proyección? ¡Vaya panda de hipócritas! Quizá no era más que un gesto de cortesía hacia la invitada (el director no estaba en la sala porque se quedó en casa, convaleciente de un accidente de tráfico, pero en cambio había venido la protagonista, Lee Na-young y esas cosas siempre dan glamour). Podrían haber demostrado la misma educación, por ejemplo, apagando los móviles, o cortándose un poco en contestarlos; se ve que hay gente que se mete a las películas del festival con la misma alegría y actitud que la del jubilado que se para en la calle a mirar las obras. Y luego que se aburren...

Yo de Kim Ki-duk (Bonghwa, Corea del Sur, 1960) he visto las tres últimas (conocidas internacionalmente por sus títulos en inglés: Time, Breath y Dreams). Me faltan por ver nada menos que las doce anteriores, donde cuentan que se acumulan obras maestras como Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera o Hierro 3. Al menos Time todavía fue bien recibida (una celosa patológica que se opera la cara para empezar otra vez desde cero con su novio fingiéndose otra) pero en cambio sus seguidores (tan talibanes como los de cualquier otro club de fans) echan pestes de Breath y Dreams: que ha perdido los papeles. Que se le ha ido la olla. Que tanta fantasía absurda de amores destructivos y tanto masoquismo medio gore ya no cuela.

"Acabo de conocer al Almodóvar coreano", escribí por aquí, todo impresionado después de ver Time. Era una historia de amor tremenda, de sentimientos desaforados, con personajes desquiciados hasta la enésima potencia, inesperados golpes de humor y una trama casi de ciencia ficción, tan insólita y original como sólo un creador con una visión poética intransferible podría haber concebido.
Era una comparación superficial que me servía para andar por casa pero luego estas primeras impresiones son difíciles de abandonar… Hace algunos meses vi Breath (Aliento) y ya a la primera me falló el croquis mental. La película trataba de una mujer a la que su marido ha puesto los cuernos y a la que le da por visitar a un condenado a muerte que ha intentado suicidarse repetidas veces (retrasando de paso la ejecución). El tipo se ha herido en la garganta así que la única que habla es ella (empieza y no para aunque no se conocen de nada). La mujer le cuenta los momentos clave de su vida, los representa empapelando las paredes de la celda con ampliaciones de paisajes (uno por cada estación) en plan realidad virtual artesana, le monta números musicales… El reo cada vez más contento pero, ¿y las motivaciones de la mujer? Vengarse de su marido, por supuesto, pero también una pulsión morbosa de atracción por la muerte como experiencia extrema y reveladora (la erótica del último aliento) que no terminé de entender. Original, sí, y entretenida también, y muy bien hecha, pero no le acabé de pillar el punto. La rumié durante semanas y al final no escribí nada (total, ya había salido de cartel).

La ambigüedad de Dreams, en cambio, me resulta mucho más estimulante porque no afecta a la psicología de los personajes (esta vez nada misteriosos), sino al argumento, concretamente al desenlace (simbólico o metafórico, o por rescatar un término en desuso, de realismo mágico). La historia gira en torno a un concepto de pura fantasía tan simple, tan poderoso y genial que parece mentira que Kim Ki-duk haya sido el primero en pensar en él (y sin embargo, hasta donde yo sé, no existen antecedentes ¿Qué posibilidades hay a estas alturas del partido de encontrar una idea fresca en cualquier forma de ficción?).

CIUDAD. NOCHE. Jin sigue en su coche a su antigua novia (que ahora está con otro). Atropella a un peatón y asustado, se da a la fuga. Y entonces se despierta pero sigue temblando, el sueño parecía demasiado real. Coge su coche, va hasta el lugar del accidente y encuentra ambulancias y coches de policía, aquello ha ocurrido de verdad. No hay testigos pero sí una cámara de vigilancia que ha registrado el suceso, y que revela que el conductor era una mujer. Una tal Ran que dice no saber nada, que no ha salido de casa, que estaba durmiendo, y sin embargo la imagen y las marcas en su coche no mienten: sin motivo alguno se levantó para conducir en plena noche y reprodujo punto por punto el sueño de Jin.
Así es como descubren el extraño vínculo que los conecta: Jin y Ran son polos opuestos, él todavía ama a la mujer que le abandonó y ella odia con toda su alma al novio con el que acaba de romper. Pero cuando ambos caen dormidos, uno de ellos se levanta como en trance para hacer realidad los sueños del otro. ¿Y quién puede controlar sus propios sueños?

Dreams tiene partes muy divertidas mientras Jin y Ran luchan por comprender lo que ocurre y más tarde intentan desesperadamente mantenerse despiertos, pero la película no es precisamente una comedia. Otra vez el amor, los celos y demás obsesiones, la sombra del pasado como un lastre que acaba arruinando el presente, y una especie de incomprensión esencial del otro donde se confunden realidades, deseos y temores y se acaban mezclando el sueño y la vigilia.
Y si esta es de sus películas malas no me quiero ni imaginar cómo serán las buenas.

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