miércoles, 8 de octubre de 2008

Un gran paso para la hispanidad


¿Crisis? ¿Qué crisis? Para crisis la del año 2530, con la Tierra convertida en un infierno apocalíptico (tan mal como ahora pero en grado superlativo). Y como última esperanza de la humanidad, la nave interestelar Plutón BRB Nero (siendo BRB las iniciales del astillero donde se construyó, Biotechnological Research Badajoz), enviada a las profundidades del espacio con 5.000 colonos en animación suspendida en busca de un planeta habitable al que escapar. Al mando, nada menos que un marine español, el capitán Valladares (Antonio Gil), incompetente, inseguro, depresivo, que tan sólo se ofreció voluntario para perder de vista a la familia. Para suplir sus carencias cuenta con el gafapasta y pelota de Querejeta (Carlos Areces), su primer oficial, y con una neumática androide llamada Lorna (Carolina Bang), capaz de combinar las funciones de oficial científica y juguete sexual del capitán. Bajando por el escalafón se encuentran también un par de mataos: Hoffman, el técnico de mantenimiento (Enrique González) y Wollenski (Manuel Tallafé), robot calvo con melena, triste y desactualizado, perdidamente enamorado de Lorna (aunque ella sea mac y él pc). Mención aparte merece Roswell (Enrique Villén), extraterrestre resentido y homicida, capturado en USA en1947, un prisionero tan útil como guía espacial como Hannibal Lecter recomendando restaurantes. La dirige Alex de la Iglesia; la escriben Alex y Jorge Guerricaechevarría más Pepón Montero y Juan Maidagan (un par de guionistas de Camera Café), y la ponen los miércoles a las 23.30 en la 2.

Lo imposible ha ocurrido: sólo el chalado que debutó con Acción Mutante podría haber logrado levantar un proyecto semejante en una cadena española, remontando la actual estampida de vacas flacas. Star Trek, Doctor Who, Enano rojo… Las referencias (demasiado buenas para ser ciertas) que Alex de la Iglesia dejaba caer en las entrevistas han demostrado ser rigurosamente exactas aunque el presupuesto de Plutón BRB Nero no sea más que una fracción de la más barata de las tres (pero quién lo diría: rodada en cine, con esos decorados que aparentan inacabables y detalladísimos, mitad el Enterprise, mitad el Nostromo de Alien, y unos efectos digitales breves pero intensos, visualmente es una serie perfectamente homologable para la exportación). Ya que estamos, por qué no compararla también con Superlópez, otra brillante trasposición disléxica de un reconocible prototipo de fantástico anglosajón a nuestra realidad local más como de andar por casa (de hecho, ya que a Imanol Arias se le ha pasado el arroz, propongo a Antonio Gil - el capitán Valladares- como nuevo número uno en mi lista para interpretarlo).

Lo digo porque el humor de la serie, al menos de momento no tan negro como nos tiene acostumbrados el autor de Muertos de risa y La comunidad, me trae grandes recuerdos de los tebeos clásicos de la difunta editorial Bruguera, con sus historietas de personajes esmirriados y cara de subdesarrollo, pobretones frustrados e iracundos a menudo desempeñando oficios para los que demostraban una ineptitud notable (detectives, fontaneros, superhéroes), pero que en los que persistían tenazmente entrega tras entrega en lugar de terminar (o quedarse) despedidos, muertos o en la cárcel.
O quizá es simplemente que el equivalente más aproximado en imagen real de ese universo de papel y tinta es el esperpento naturalista de Berlanga, tradición a la que las comedias de Alex de la Iglesia se vienen apuntando desde siempre. Y para comprobar hasta qué punto Alex habría sido el director perfecto para echarse a la espalda a Mortadelo y Filemón bastan dos escenas del primer episodio de Plutón: el desmembramiento de Wollensky mientras Hoffman se hace el loco en vez de ayudarle, y la de la tortura inversa que aplican al alienígena Roswell (una sesión de amabilidad extrema). O simplemente comparar la eficacia cómica de Mariano Venancio en su papel del presidente terrestre Maculay Culkin III, un alarde de sobriedad y contención, con su interpretación como el superintendente Vicente en la película de Fesser, constantemente arrebatado por la histeria (suele ser importante que el personaje exhiba cierta dignidad antes de perderla al próximo chiste, por la cosa del contraste de situaciones y tal).

Todavía en el primer episodio a la mayoría del reparto (salvo Merche –Gracia Olano-, la esposa del capitán que aparece por videoconferencia) se les veía un poco inseguros, todavía buscando ese difícil equilibrio entre el arquetipo de ciencia ficción, el costumbrismo coloquial y la payasada a tumba abierta; para el segundo día la mejora saltaba a la vista: mucho más aplomo y convicción y el doble de risas en cada metida de gamba. Siempre es prematuro criticar una serie, sobre todo un producto tan complicado y tan ferozmente alienígena en nuestro panorama televisivo, a partir del episodio piloto: está la inevitable curva de aprendizaje, existen cantidad de dinámicas por establecer entre los personajes y muchos planes e ideas sobre un universo de nueva creación que sólo se revelarán en sucesivas entregas. “El origen de Roswell” giraba en torno a un McGuffin bastante tonto (casi un caso del inspector Yes), apenas una excusa para presentar a los personajes, y aún así contenía cantidad de gags geniales (el marciano que se alimenta de su propia bilis -“se lame, se lame por las noches”-, la mujer de Valladares echándole en cara que falte siempre a las reuniones del colegio, la declaración de Wollenski: “no tengo sentimientos pero me jode”…) y la promesa de grandes cosas por venir. El segundo episodio, “Tortugas en la barriga”, tan gracioso o más, incluye una escena antológica de paranoia espacial (las bolitas de migas de pan), intrigas políticas en realidad virtual (con intento de asesinato incluido), una parodia del test de empatía de Blade Runner, diversas variantes de amor, celos y sexo en el siglo XXVI (astronómicas facturas interestelares de teléfono erótico, la frustración amorosa de Wollensky, agobiante sexo salvaje con androides mal calibrados), una llamativa anomalía espacial y hasta un viaje en el tiempo con su inevitable paradoja. A partir de aquí, el cielo es el límite.

¿De dónde ha salido esta gente? A Antonio Gil no lo recuerdo de nada pero por lo visto tiene detrás una sólida carrera internacional (Chocolat, El mercader de Venecia) y ha trabajado en varias series inglesas, incluyendo un papel como comandante español en la miniserie Hornblower: retribution. Si es casualidad lo sería mucho porque las novelas de C.S. Forester sobre el capitán Hornblower y su guerra en el mar contra Napoleón son una de las fuentes de inspiración de Star Trek). Gil está estupendo como el capitán Valladares, dándole el punto justo de chulería y arrogancia imbécil para ocultar su inseguridad, punteado por ocasionales momentos de lucidez en los que recobra su humanidad. A Carolina Bang (la androide Lorna) la había visto en El intermedio haciéndose pasar por turista extranjera y ya entonces demostraba bastante vis cómica sacándole partido a ese físico que dios le ha dado de heroína de cómic (y con ella se rompe la maldición kármica de que todas nuestras rubias voluptuosas sean unas actrices tan nefastas). Manuel Tallafé (Wollensky), Enrique González (Hoffman) y Enrique Villén (Roswell) son secundarios habituales en las películas de Alex; de los tres, la gran revelación está siendo Tallafé: ese robot tan lleno de amargura tiene potencial para llegar a eclipsar al mismísimo Bender.
Y luego está Carlos Areces (Querejeta) que hasta hace poco no era actor sino un anónimo dibujante de El Jueves que ha acabado de fijo los miércoles noche en la 2 gracias a las malas compañías de cierta gente de Albacete. En los sketches de La hora chanante y Muchachada Nui el hombre borda los papeles de freak siniestro y de señora cabreada; Querejeta, personaje escrito a su medida pero de registros algo más complejos, está obligándole a estirar sus recursos y el tío está inmenso...

Un fracaso anunciado
El horario de Muchachada Nui y el product placement de Orange le dan a Plutón BRB Nero un ligero margen de supervivencia bajo el paraguas de la errática estrategia de la cadena pública para rejuvenecer al público de la 2. Sin embargo, son dos casos bien diferentes: a Muchachada se le consienten sus bajas cifras de audiencia en números tradicionales (es decir, descontando internet) porque presume de programa emblemático que, aún sin llegar a la categoría de éxito masivo (muchos no le ven la gracia ni se la verán, y eso es bueno: más felices serán cuando se vuelvan a juntar Cruz y Raya), se ha convertido en fenómeno de moda que está creando escuela y ha tenido un impacto innegable dentro del target de audiencia más deseado por los anunciantes (no hay más que ver todos los spots chanantes que han aparecido en los últimos tiempos: pavos, Richard Cleyderman, el cupido de la hamburguesa…).
En cambio, ¿una sitcom de ciencia ficción en la tierra del costumbrismo rancio y las series contenedor multigeneracionales para reir y llorar? La ciencia ficción (y mas todavía la variedad espacial) es un género prácticamente muerto en televisión (el público irá en masa al cine a ver naves y bichos raros y explosiones pero en cambio en casa prefiere ver comedias de familias residentes en Madrid). Para el espectador apático que se recuesta ante la tele entre jornada y jornada laboral, todo lo que se salga un poco de terrenos conocidos y mil veces explotados supone un esfuerzo inasumible si no directamente un insulto (y no es menos cierto sólo porque se trate en clave de comedia: ¿cómo se explica si no que Futurama nunca haya pasado de serie de culto?). Falla la identificación, aparece el aburrimiento, les parece un rollo de frikis que no tiene nada que ver con ellos (cuando de hecho es todo lo contrario: la ciencia ficción, en sus mejores momentos, permite dar un paso adelante para coger distancia y perspectiva y vernos mejor a nosotros mismos, quienes somos, donde estamos y hacia donde vamos).

Los 26 capítulos de Plutón BRB Nero, divididos en dos temporadas, saldrán en dvd pase lo que pase y muy bien tendría que ir para que le concedieran una prórroga (Alex de la Iglesia es un tipo muy ocupado, le espera el rodaje de La marca amarilla y se está dejando la salud en esta aventura televisiva). Ojalá me equivoque y exista un público para una serie como esta, pero si no, ellos son los únicos que lo pierden (a cambio, tendrán la tele que se merecen).

Links:
Página oficial de Plutón BRB Nero (con cantidad de información y donde se pueden ver on line los episodios ya emitidos)

El blog del rodaje de Alex de la Iglesia, inusualmente franco y actualizado casi a diario con sus últimas peripecias y reflexiones.

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