Nada, que no hay forma de tener un día sin noticias para sentarme a acabar mi crítica (positiva) de La brújula dorada… Movimiento de fichas en el otro frente de la Gran Guerra que definirá el futuro de la industria del entretenimiento para los próximos años (como complemento, si está usted tan chiflado como para interesarse por el tema, ahí está la entrada de ayer).
Tras las falsas esperanzas de paz de diciembre entre el sindicato de guionistas norteamericanos (WGA) y la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP), en los primeros días de 2008 se ha roto el impass y las noticias se suceden a tal velocidad que no me puedo resistir a comentar alguna de las últimas (una crónica actualizada día a día se puede encontrar en http://www.deadlinehollywooddaily.com – allí me he pasado horas absorto leyendo las noticias y comentarios de los lectores y aquello es lo más parecido a un reportaje en directo de Frank Capra).
Primero fue el regreso de los Late Shows sin guionistas (salvo el del veterano David Letterman, que tiene su propia productora y llegó a un acuerdo independiente aceptando todas las demandas del sindicato); sus competidores Jay Leno, John Stewart, Conan O´Brien y otros que ni a mí me suenan, que además de presentadores son escritores y en principio partidarios de la huelga, se han visto obligados a seguir a Letterman y cruzar los piquetes para proteger a su equipo ante la amenaza de despidos masivos: en teoría todos harán su programa en directo y sin papeles, un límite resbaladizo que ya ha empezado a crear los primeros malos rollos (Leno entendió que podía escribir sus propios monólogos y el sindicato dice que entendió mal).
Y luego está lo del comienzo de la temporada de premios, cuyas simpáticas ceremonias de entrega, aunque lo parezca, no se escriben solas. Los organizadores de los Globos de Oro han intentado llegar a un acuerdo especial con los huelguistas (gran fiesta de todos, seamos amigos, un día es un día) pero (naturalmente) les han dado con la puerta en las narices. Peor todavía: los actores (que tienen por delante para mediados de año su propia negociación con los estudios) se han solidarizado y todos los candidatos boicotearán la ceremonia si se televisa (la NBC, que es quien tiene que retransmitirla, culpa directamente al peligroso activista George Clooney por haberle comido el coco a sus compañeros). Pero el verdadero cristo se organizará en marzo porque los Globos de Oro, como estamos hartos de oir, apenas son otra cosa que “la antesala de los Oscar”. Miles de millones en publicidad directa y promoción para las películas puestos en riesgo parecen una buena baza en manos de los guionistas. ¿Acaso los productores pensaban que iban a ser tan tontos como para no utilizarla?
Aparentemente el único plan de la AMPTP es esperar pacientemente a que los guionistas se vuelvan locos de hambre y frío y entren en desbandada tal como ocurrió en la huelga de 1988, cuando los restos derrotados del sindicato acabaron firmando un convenio ridículo que era (bien lo sabían todos) un acta de rendición. Bien, la última hora es que ha ocurrido justo lo contrario y lo que se ha roto por el punto más débil ha sido la unidad de acción de las productoras (que, por cierto, fueron denunciadas en diciembre por violación de las leyes anti-trust) . La pequeña United Artists (marca histórica fundada en 1919 por Charles Chaplin, Mary Pickford, Douglas Fairbanks y David Griffith, actualmente una subsidiaria de MGM que tiene al frente a ese par de advenedizos llamados Tom Cruise y su socia Paula Wagner), ha firmado también todas las reivindicaciones de los huelguistas y ha sido declarada “zona liberada”. Y así, UA (que acaba de pegarse un castañazo tremendo en su nueva etapa con Leones por corderos) será el único estudio que puede ir arrancando máquinas para la próxima temporada.
En números generales su producción es insignificante (los próximos proyectos de Cruise y un poco más a la que se estiren) pero el perjuicio a la imagen del bloque unitario de los estudios y el precedente que crea (para que le siga alguno de las majors más perjudicadas que hasta ahora no se han atrevido a romper la disciplina de grupo) puede suponer (dicen) el punto de inflexión que todos estaban esperando. Dios les oiga.
La historia de esta huelga (que da juego a muchos chascarrillos en las páginas de sociedad y espectáculos aunque maldita la gracia que tiene para los trabajadores de la industria que han perdido sus empleos y todos los que están sufriendo los daños económicos colaterales) no es una crónica simple de buenos y malos, pero está tan cerca de serlo como es humanamente posible (creo que era un chiste de El Roto ese que decía que a veces la realidad es pura demagogia).
Algún día este conflicto laboral sobre mínimos porcentajes sobre ingresos, convenientemente dramatizado (y si es que para entonces todavía queda en pie una industria del cine) inspirará sus propias películas sobre un épico combate entre la gente que inventa historias (unas mejores que otras) y los que hacen dinero con ellas, los que viven de su imaginación y su lucha por un trato más justo contra las marionetas de los macroconglomerados industriales que dirigen actualmente Hollywood, esos tontos del haba que sólo entienden de estadísticas y estudios de mercado y producen cine y televisión como podrían producir sillas plegables o bonos basura; tipos prácticos, preparadísimos, entrenados en el realismo sucio de las finanzas y sin embargo atrapados en la visión túnel más rancia del magnate depredador del siglo XIX ( esos comunicados en los que cada tres lineas intercalan un eufemismo para llamar comunistas a los guionistas, por favor). ¿Cómo evitar caer en el maniqueísmo cuando uno de los bandos se empeña en clavar la imitación de Charles Montgomery Burns?
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