domingo, 3 de agosto de 2008

Papi, quiero ser Bruce Lee


No prometía mucho, otra película de graciosos animales humaniformes, anunciada con la musiquilla de Kill Bill y la voz de Florentino Fernández, y sin embargo, sin ser precisamente una obra revolucionaria, Kung Fu Panda es con toda probabilidad (después del Shrek original) la primera que justifica para la posteridad la existencia de un departamento de animación en Dreamworks.

Cada año se estrenan más películas animadas por ordenador pero, al lado de las de Pixar (donde los propios artistas dirigen el manicomio), la mayoría comparte un aire de entretenimiento oportunista de titiriteros de feria, siempre a remolque explotando su rutina de bichos pintorescos con cierto parecido al famoso que los dobla, envueltos en alguna peripecia con elemental moraleja bienintencionada, aliñada con cantidad de chistes y referencias incomprensibles para los críos para que sus padres no se aburran.
Mientras los de Pixar ejercen un ferreo control de calidad aprendido de la época dorada de Disney, con una mirada a largo plazo en donde cada película producida es un objeto único y exclusivo con vocación de clásico (es decir, susceptible de seguir proporcionando de una forma u otra ingresos regulares durante décadas), el resto de compañías parece seguir al pie de la letra la filosofía del nuevo Hollywood donde sólo importa la recaudación del primer fin de semana. Es un poco deprimente pensar en esos gigantescos equipos de escritores, dibujantes y realizadores, gente sobrada de talento obligada a trabajar durante años en una mínima variación de la fórmula, apenas hora y media de diversión insustancial que se olvida en cinco minutos, cuando por el mismo precio podrían estar aplicándose en hacer más películas como Kung Fu Panda.

Ingeniosa, divertida y al mismo tiempo verdaderamente espectacular y épica, más un tributo que una parodia del cine de artes marciales, dicen los directores que se han inspirado en películas como Hero o Tigre y dragón, que ya por su parte venían repletas de efectos digitales, y sin embargo ninguna contenía una secuencia tan apabullante como la que hay aquí de la fuga de prisión del villano.
En el año de la olimpiada de Pekín y demás protagonismo mediático chino, los de Dreamworks se han esmerado con la autenticidad oriental para dar forma a esta historia universal del muchacho corriente con sueños demasiado grandes para él (sirve sopa en el restaurante de su padre pero quiere ser maestro del Kung Fu) que contra toda probabilidad resulta elegido para salvar a su pueblo. Contada de manera sencilla y directa, sin segundas intenciones, distanciamiento cínico, anacronismos, guiños ni paridas inconsecuentes, es un guión original pero más parece un cuento tradicional o un auténtico relato mitológico donde hasta cada animal representa el estilo del Kung Fu que lleva su nombre (tigre, mono, mantis, grulla...). No hay, que yo sepa, ningún estilo que se llame panda, y en la explicación de esa imagen incongruente está la gracia de la historia, en imaginar cómo podría este joven plantígrado lento y barrigón derrotar al más poderoso y malvado luchador de Kung Fu del mundo. El humor (mucho y bastante bueno) fluye de forma natural de las situaciones y de los personajes (arquetípicos pero con carácter, sobre todo el maestro que en el original interpreta Dustin Hoffman). Leo en la imdb que uno de los dos escritores que firman el guión ha trabajado durante años en la serie animada El rey de la colina, y caigo en la cuenta del parecido de las charlas entre el panda y su padre con las del tejano Hank Hill y su hijo, dos generaciones cuyas prioridades y universos mentales nunca terminan de cruzarse.
¿Qué más? La dirección es tan fluida y dinámica como cualquier película de aventuras de imagen real, el diseño de personajes es estilizado y original y la secuencia de animación tradicional del comienzo, al estilo de las estampas chinas, es una de las cosas más elegantes que he visto en mucho tiempo.

Ahora viene lo malo: Me he encontrado con unas declaraciones de Jeffrey Katzenberg, jefazo de Dreamworks, que está tan feliz con el éxito internacional de Kung Fu Panda (China incluida) que ya adelanta que tienen un plan para hacer cuatro o cinco más. Seguro que sus accionistas estarán contentísimos de tener otra franquicia para darle un respiro al pobre Shrek y de que, para una vez que consiguen triunfar con una película diferente, sólo se le ocurra convertirla en la receta para la próxima generación de churros.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo. A mi me encantó, ya lo sabes. me ha gustado lo que has escrito.
No creo que la segunda parte la hagan tan bien. Podrian hacer una precuela de por qué un oso panda es hijo de una...oca? jeje.
Elvira

Alberto Tejero Villalobos dijo...

Pues la precuela de líos entre especies tendría más sentido que una continuación que no va a hacer más que fastidiarnos el recuerdo de la primera. Lo mismo que pasó con Shrek,que son personajes que no tienen más que una historia importante para contar (el ogro se casa con la princesa, el panda se convierte en maestro del kung fu)y todo lo que metan después no es más que paja. ¿Qué se les habrá ocurrido para seguir, Po se pone a régimen,se entrena para la liga Pokemon, lucha contra Neo porque elegido sólo puede quedar uno? Madre mía que pereza...