martes, 9 de septiembre de 2008

Ver para creer


Más que una reaparición, una fluctuación cuántica en el vacío... Estrenada con alevosía veraniega, la pobre película apenas resistió un par de semanas antes de que la exiliaran a la sesión de las 22.30, de donde poco después fue retirada de cartel sin mayores ceremonias. Mulder y Scully, reyes de la televisión de la pasada década, se las van a ver mal para recuperar la inversión de su última aventura (que tampoco parece haber sido mucha). En el fracaso, increíblemente, no parece haber influido la apestosa traducción castellana del título (
Expediente X, creer es la clave por X-files, I want to believe) porque a lo que se ve ha funcionado igual de mal en todas partes.
¿Era de verdad tan floja como decía todo el mundo en internet, o ha sido, como dicen otros, un regreso simplemente inoportuno (demasiado tarde para invocar su viejo tirón televisivo, demasiado pronto para beneficiarse de la nostalgia por los 90)?
Este fin de semana la he visto por fin y ya dispongo de mis propias e insustanciales conclusiones...

Antes que nada confieso que nunca fui realmente un fan: Expediente X me pilló en una fase de empollón racionalista tipo Lisa Simpson para el que esa serie y todo lo que la rodeaba era, simplemente, El Enemigo; me costó meterme en la cabeza que las historias de abducciones con conspiraciones gubernamentales, por mucho que los lectores de Más allá se las creyeran a pies juntillas, no dejaban de ser otra variante de ficción fantástica que se podia consumir sin traicionar a Carl Sagan. Llegué a admirar su inteligencia de sus guiones, su atmósfera opresiva, su estética (tan influyente), y también el insospechado valor de Gillian Anderson como mito erótico (y el de su dobladora, Laura Palacios). Pero nunca me libré del todo de aquel recelo inicial y para cuando telecinco empezó a sabotear la emisión, no fue ningún trauma desengancharme. Seguí de oidas la progresiva decepción de los fans por las cada vez más largas ausencias de Mulder, la cada vez más sólida evidencia de que toda la mitología alienígena se había improvisado sobre la marcha (arrojando desde entonces una sombra de sospecha sobre cualquier serie fantástica -como Perdidos- que se atreva a construir un misterio a largo plazo), las polémicas a favor y en contra de una nueva pareja de agentes federales que aparecieron para echarle una mano a Scully, lo del hijo entregado en adopción y lo de ese final que no explicó nada y años después todavía hace echar a algunos espumarrajos por la boca...
En fin, Gillian Anderson se ha reciclado con éxito como actriz de carácter en Inglaterra, y David Duchovny (siempre más limitado), tras protagonizar diversas comedias cutres, ha vuelto a triunfar en la tele con Californication. Nadie, salvo quizá el creador de la serie, Chris Carter, parecía realmente interesado en un Expediente X 2, hasta que la huelga de guionistas del año pasado creó el hueco perfecto para meterla en producción.

La segunda película de Expediente X, escrita y dirigida por Carter y anunciada como una historia autocontenida al margen del inacabable arco argumental de la invasión extraterrestre (al estilo de esos otros episodios conocidos como el monstruo de la semana, que son los que me gustaban a mí), cumple la regla de que cuanto menos esperas de una película más agradable es la sorpresa. Como regreso es bastante más que digno (por momentos incluso brillante), un relato truculento y ambiguo, oscuro y lúgubre (citando una de sus influencias clásicas, una especie de El silencio de los corderos con menos gore), aunque posiblemente demasiado poco movido y con un tono demasiado adulto para lo que se estila ahora en cuanto a thrillers. Es verdad que la peli tiene sus momentos de aburrimiento, como un episodio de 50 minutos estirado media hora de más, pero el comienzo es intrigante y la segunda mitad mantiene la tensión hasta el final. Incluso está bien dirigida (lo más raro de todo), y Duchovny y Anderson son unos cuarentones bien conservados que mantienen intactas las propiedades de su vieja química. Retomando el final de la serie que casi nadie ha visto, Mulder y Scully son ahora pareja y están fuera del FBI, Dana dedicada a la medicina, Fox a dejarse barba y recortar noticias sobre fenómenos extraños, hasta que alguien requiere su ayuda en su condición de expertos: una agente federal ha desaparecido y la única pista parecen ser las declaraciones de un vidente que, para más inri, es un sacerdote condenado por pedofília. El arranque es fascinante pero luego empieza a irse por las ramas, se producen intentos de profundidad temática más bien fallidos para lo que no deja de ser un modesto thriller de serie B, y los personajes nuevos (el cura, el malo, la gente del FBI) no alcanzan la entidad que debieran; esto es el show de Mulder & Scully, sus obsesiones y sus amores, y supongo que tienes que tenerles cierto afecto de entrada para que terminen de importarte sus momentos confesionales. Me temo que la película cuenta con ello, y al apelar básicamente a los convencidos, Carter malgasta su último cartucho para reinventar el mito en pantalla grande. Pero tampoco me extraña, siempre he sospechado que la primera vez le salió de chiripa...

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