domingo, 9 de noviembre de 2008

La chica que reía demasiado


En un momento de Happy, la comedia de Mike Leigh, se menciona de pasada la novela Mr. Vertigo de Paul Auster, elaborada fantasía realista sobre un mago que es capaz de levitar. No tan imposible, pero sí algo improbable, sería encontrar fuera de la ficción un personaje tan extraordinario como Poppy Cross (Sally Hawkins), flacucha y desgarbada maestra de primaria londinense que se pasa la vida riéndose y bromeando con una regularidad a prueba de bombas.

No es que Leigh, veterano director conocido por sus dramas corales duros y realistas (Secretos y mentiras, Vera Drake), se haya pasado a la novela rosa; tampoco es que la vida de Poppy sea un cuento de hadas (para empezar, en los primeros cinco minutos le roban la bici y se tiene que sacar el carnet de conducir). Es sobre todo una cuestión de actitud, justo la que le falta a su profesor de autoescuela, firmemente plantado en el otro extremo de la escala. Amargado, paranoico, cobarde y racista, un tipo aterrorizado para el que el mundo entero es su enemigo. “¡No puedo creer que te dejen encargarte de unos niños!” le grita cuando se entera de que también es profesora, “¡Eres una irresponsable!”.
Más bien es una persona decidida a desdramatizar, capaz de darle a cada cosa su justa importancia, que rebosa de empatía hacia los demás. Como una Teresa de Calcuta en ropa de civil despejando el aire en la Ciudad de la (poca) Alegría, puede que el buen humor de Poppy no haga milagros pero ella (sin ser ninguna idiota) lo comparte sin prejuicios hasta con siniestros vagabundos enajenados de los que cualquiera otro saldría corriendo.

Mike Leigh suele construir sus películas ensayando con los actores, discutiendo con ellos la historia y sus peripecias y desarrollándolas en común, y así es como consigue ese aire tan naturalista, tan improvisado como la vida. Uno ve a Poppy caminar con su sonrisa y ese aire de acabar de fumarse algo y cuesta creerse que Sally Hawkins no se esté interpretando a sí misma, que en realidad es un pedazo de actriz que ha hecho mucha tele y salía en El sueño de Casandra, Vera Drake o Layer Cake. Supongo que de ese método de trabajo viene también la estructura episódica, encadenando relajadamente un acontecimiento tras otro (la resaca de la fiesta, el día de los pájaros, las clases de conducir, la de flamenco, el masajista, el niño abusón, la visita a su hermana) que fácilmente podrían convertirse en capítulos de una (estupenda) serie de televisión mucho más larga, las aventuras de la auténtica antiBridget Jones.
La simpatía desarmante de Hawkins esquiva (salvo en un par de momentos de vergüenza ajena) los posibles efectos irritantes de un personaje protagonista que pasa hora y media haciéndose la graciosa. Poppy parece genuina, es divertida y buena persona, y la película la recompensa con algún que otro cambio relevante en su vida sin someterla a catarsis o terremotos. ¿Para qué? Bajo su aparente fragilidad de pirada dispersa Poppy es sólida como una roca, demasiado sana ydemasiado lista como para que nada que venga de fuera la descoloque demasiado (lo que Kiko Veneno llamaría una superhéroe de barrio).

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