“En caso de muerte de famoso por ingestión de narcóticos, pulse 1.” Y salta la respuesta pregrabada y todos los medios aplican inmediatamente la misma plantilla, la de joven estrella que lo tiene todo muere porque en el fondo es un imbécil desgraciado y vicioso. Da igual el sujeto, sus circunstancias o incluso los propios hechos que aún faltan por conocer, solo importa su valor como historia ejemplar; se diría que algunos encuentran reconfortante airear a la primera de cambio el cuento del jovenzuelo que vive deprisa y deja un bonito cadaver.
Quién podía imaginar cuando Christopher Nolan le dio el papel del Joker en The Dark Knight (no sin polémica, pasando por encima de los favoritos habituales especializados en torturados y siniestros; demasiado guapo, demasiado cachas, demasiado sano y buena gente), que ese personaje tan distinto a todo lo que había hecho iba a ser el último que haría. Con el Joker Ledger estaba a punto de saltar a otro nivel, a donde no se atrevió a llegar ninguno de los actores con los que solían compararle (Robert Redford, por ejemplo, sobre todo después de Brokeback Mountain). Tenía planes para dirigir, decenas de películas por hacer, tenía una carrera fabulosa por delante. El tío iba a ser grande, es otra vez la historia de Jeff Buckley.
Y ahora tenemos a los buitres constructores de leyendas negras trabajando a destajo para construirle la suya. Que si depresión por un divorcio reciente, que si se le había metido en el cuerpo la sombra del Joker (como si el Joker fuera el Coronel Kurtz de Apocalypse Now, que es un puto supervillano de comic, joder). Qué terrible decepción si dentro de unos días se determinara que fue una sobredosis accidental, que Ledger no quería matarse, que le podría haber pasado a cualquiera aunque no fuera un famoso actor australiano de 28 años.
De los actores al final lo único que nos llega es su imagen pública, su trabajo y la película que nosotros mismos nos montamos sobre ellos con fragmentos de entrevistas, algún reportaje y las cuatro chorradas que se publican. Ledger parecía un tío simpático con la cabeza bien amueblada, de quien sabemos que deja una hija, padres y cantidad de amigos y parientes que lo conocieron y le echarán de menos como ser humano. Pienso en cómo tendrá el cuerpo Christopher Nolan mientras monta la película con su interpretación póstuma. Peor aún, pienso en Terry Gilliam, con el que Ledger había hecho amistad rodando Los hermanos Grimm y con quien estaba haciendo El imaginario del Doctor Parnassus (apenas se ha mencionado en las crónicas y casi mejor, Gilliam no necesita más ayuda para alimentar su propia leyenda negra), una película pequeñita en la que Ledger era el pez gordo de un reparto en el que le acompañaban Christopher Plummer y Tom Waits. Me pone los pelos de punta recordar el chiste que hice hace un par de meses sobre la mala suerte de Gilliam y cómo ninguna película suya estaba segura hasta el día del estreno: de momento el rodaje se ha cancelado y las compañías de seguros dirán que pasa con ella. Pero tranquilos, la peli de Batman está a salvo y en ella Ledger, tal como llevan meses prometiéndonos, estará fenomenal. Ficciones dentro de ficciones, relatos diversos con los que pasamos el rato.
viernes, 25 de enero de 2008
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2 comentarios:
Pos... ¿Te has enterado de las últimas noticias? Parece ser que al final no fue una sobredosis de drogas como lo querían pintar, sino que la autopsia ha revelado que fue una mala combinación de medicamentos (sí, un buen montón) que le habían recetado para tratar una neumonía o algo similar... Creo que simplemente lo han utilizado (desgraciadamente) para dar otro ejemplo de lo mal que acaban por ser actores en hollywood...
Una pena, con lo bueno que estaba...
Sí, ya lo había oído, y es que al final lo de la sobredosis accidental era lo más probable. Pero bueno, ya se sabe, no hay que dejar que la realidad te estropee una buena historia; seguro que cuando se acerque el estreno de la peli de Batman algunos vuelven a dar la matraca con el tema de la leyenda negra, diga lo que diga la autopsia o san pedro. A esos cabrones lo único que les da pena es dejar la carroña sin aprovechar. Buf.
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