domingo, 22 de julio de 2007

28 semanas después


¿Mataron Michael Jackson y John Landis las películas de zombis con los muertos bailones del video de Thriller?

Fueran o no ellos los culpables, el género de los muertos vivientes llevaba años de capa caída cuando en 2003 Danny Boyle y Alex Garland lo remezclaron combinándolo con terrores más contemporáneos en 28 días después. Que no era técnicamente una película de zombis pero que a todos los efectos lo mismo daba (supervivientes en un escenario apocalíptico causado por una epidemia de laboratorio, especie de ultra-rabia mutante que convertía sin remedio a los infectados en descerebrados asesinos caníbales que a continuación transmitían la enfermedad al morder). Horror clásico con un nuevo baño de verosimilitud (amplificado por un estilo semidocumental en video digital por parte del tío que dirigió Trainspotting, y el empleo de escenarios reales de Londres en vez de los típicos de Los Ángeles o Nueva York) en donde los verdaderos villanos resultaban ser los militares que tomaban el control de la situación, con un último tramo muy discutido por deslizarse al género “John Rambo contraataca” (ah, pero es que las películas de zombis, históricamente, siempre han dado cancha a lecturas alegóricas con muy mala leche).

La secuela la dirige Juan Carlos Fresnadillo, multipremiado cortometrajista canario que debutó en el largo con Intacto (2001), interesante trabajo de género, mezcla de El protegido y relato de Borges, que aquí pasó sin pena ni gloria y que en cambio en el extranjero ha sido lo bastante reconocido como para servirle el encargo de 28 semanas después.

Tras un breve prólogo ambientado en los peores tiempos de la pandemia para refrescar lo básico y presentar a los nuevos protagonistas (el reparto anglo-norteamericano es totalmente distinto, formado por actores de carácter y jóvenes en ascenso como Robert Carlyle, Rose Byrne, Catherine McCormak...), la película retoma el relato pretendida y felizmente cerrado de la infección de una manera a la vez lógica y brillante, solapándose sin fisuras con el original de Boyle (quien figura aquí como productor), expandiendo y redondeando sus hallazgos. Fresnadillo firma con Rowen Joffe un guión de hierro con el que da gusto pasarlo mal, un inexorable mecanismo trágico casi determinista disparado por unos personajes arquetípicos pero eficaces que no pueden evitar dejarse llevar por sus impulsos (casi siempre para mal); el horror, básicamente, proviene aquí del factor humano: instinto de supervivencia, amor, compasión, culpabilidad…

No hay villanos en esta segunda parte; lo más cercano, el personaje de Carlyle, es un hombre corriente, marido y padre completamente ordinario, más condenable por sus mentiras que por unas acciones que dejan al espectador barruntando sobre cómo habría actuado él en su caso. Podría ser una idea para un nuevo concurso de tv: “¿Tienes lo que hay que tener para defender a tu esposa de los zombis?”

0 comentarios: