lunes, 9 de julio de 2007

Una modesta proposición

Las fiestas de mi pueblo se llaman sanfermines y son famosas en el mundo entero, tanto que aún no entiendo como no han salido elegidas en la porra de las nuevas Siete Maravillas: turistas de todo el mundo llegan con semanas de antelación a perderse por nuestros barrios dormitorio y procesar nuestros licores, el encierro lo ponen en dos cadenas nacionales y nuestro Concurso Internacional de Fuegos Artificiales es la envidia de Disneylandia.

Sí, amigos, la fiesta es todo un éxito, parece más fuerte que nunca y, sin embargo, no podemos seguir ignorando dos terribles amenazas que trabajan en silencio para tumbarla por la base:

1. El programa oficial de actos, un auténtico coñazo, cada año una fotocopia desvaída del anterior; que si dianas, que si encierro, gigantes, cabezudos, verbenas… ¿Por qué lo llaman tradición cuando quieren decir anquilosamiento? Para que nuestros visitantes repitan no se puede seguir confiando eternamente en que el día 15 se despierten hechos polvo con la memoria en blanco.

2. La cada día más poderosa logia del PETA, esos siniestros amantes de los animales que llegaron a lavarle el coco a Penélope Cruz para que les firmara un manifiesto antitaurino y que año tras año, en vísperas del chupinazo, protestan contra la fiesta organizando una manifestación medio en cueros (en la que sin embargo, a dios gracias, aún no se ha visto a Mariano Rajoy).

Mi solución a medio plazo contra ambos peligros, como se puede apreciar en el diagrama adjunto (pinchar para ampliar), es sencilla a la par que radical: prescindamos simplemente de toros y zarandajas y combinemos comparsa de gigantes, procesión de San Fermín y encierro en un solo acto espectacular que hará las delicias de grandes y pequeños (los que sobrevivan).



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