martes, 11 de septiembre de 2007

Indiana Jones y el subtítulo calificativo



Cuando ya lo pone hasta en la página oficial a uno no le queda otro remedio que creérselo: la misteriosa película hasta ahora conocida simplemente como Indiana Jones IV se va a acabar llamando Indiana Jones and the Kindom of the Crystal Skull (probad a decirlo tres veces de carrerilla).

Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal no es un título que, así de entrada, le deje a uno dando saltos de alegría: suena todavía más a serie B que anteriores producciones de George Lucas como La amenaza fantasma o El ataque de los clones, pero al menos tiene la ventaja de remitir a las raices pulp del personaje y prometer una película empapada de aventuras, exotismo y misterio (es decir, algo más que un culebrón de héroes crepusculares reviviendo grandes éxitos -“nazis, ¡los odio!”- o un tragicómico reencuentro entre padres e hijos con coartada de viajes por la zona de reliquias judeocristiana).

Pero ¿Qué es eso de las calaveras de cristal? Según nuestra amiga la wikipedia, resulta que no se trata de una invención de aquí los colegas de las barbas sino de verdaderos (con reparos) artefactos arqueológicos distribuidos por algunos de los principales museos del mundo: son cráneos humanos tallados en cuarzo transparente de origen supuestamente mesoamericano precolombino, aunque hay estudios que las consideran un fraude, un trabajo de joyería hecho en Alemania en el siglo XIX (los entusiastas, en cambio, hablan de “un misterio tan profundo como las pirámides de Egipto, las lineas de Nazca en Perú o Stonehenge”). Como es natural, las calaveras vienen arropadas por leyendas de poderes místicos: algo de que irradian una energía psíquica, que aumentan la felicidad y mejoran tu vida por cogerlas y hablarles, o incluso que se pueden usar como bolas de cristal para prácticas adivinatorias.

Los devotos de las calaveras, no obstante, no atribuyen su origen a indígenas desarrapados sino que las creen obra de extraterrestres o souvenirs de la Atlántida; en concreto, el más famoso de estos cráneos fue descubierto en 1924 por el arqueólogo aficionado y fanático de la Atlántida F.A. Mitchell-Hedges en Belice, en la antigua ciudad maya de Lubaantun (o eso decía él, otros creen que la compró en Sotheby´s y después la traspapeló). Según este caballero, que le echaba bastante imaginación, su calavera “tiene al menos 3.600 años y según la leyenda fue usada por el sumo sacerdote de los mayas para sus ritos esotéricos. Se dice que cuando deseaba alguna muerte con la ayuda de la calavera, la muerte se producía de forma invariable. Ha sido descrita como la encarnación de todo mal”

Pues eso, que una vez que se rasca un poco, suena bastante prometedor…

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