viernes, 14 de septiembre de 2007

Malos como los de antes

Ya ha salido en todas partes y ahora también aquí: se ha muerto de causas nonagenarias Jane Wyman, famosa en el mundo entero por su papel de Angela Channing en Falcon Crest, la serie con la que aprendí todo cuanto sé de vinos; Flashback a mí mismo tan ricamente a los diez años, maleándome a la hora de la siesta con un equivalente ficticio de Aquí hay tomate como si fuera El Equipo A o El coche fantástico, admirado de cuanta mala leche le podía caber en el cuerpo a una señora tan pequeñita y que sonreía tanto. Quizá por ese contraste tan bestia entre la forma y el fondo (con la ayuda de la dulce voz de la sin par Matilde Conesa, todavía dobladora activa de cuando en cuando) la superabuela vitivinícola se alzaría con el título de reina de los malvados en la liga de los culebrones yankis de los ochenta, por delante del petrolero JR (Larry Hagman de Dallas) o el zorrón de Alexis Carrington (Joan Collins de Dinastía).

Lo de la tele como último refugio para estrellas en decadencia ha funcionado siempre y así es como a través de aquella serie tan tonta algunos tuvimos ocasión de conocer a reliquias del Hollywood dorado de la talla de Lana Turner, Mel Ferrer, Cesar Romero, Kim Novak, Gina Lollobrigida… La propia Wyman había ganado oscars y rodado con Alfred Hitchcock y Billy Wilder, pero fue su último personaje de vieja pelleja el que la acabaría marcando, para bien o para mal: cuando uno la ve hoy día, por ejemplo, en Pánico en la escena, cuesta creerse a ratos que esa treintañera de aspecto tan modoso sea completamente inocente de los líos en que la mete el mago del suspense...

El papel de su vida le llegaba a Jane Wyman casi a la vez que su ex-marido y medio actor Ronald Reagan, alcanzaba también el estrellato interpretando a un cowboy campechano que lideraba el mundo libre poniendo firme al comunismo. Puede que en su día el personaje de presidente de los EEUU sonara más imponente, pero ahora que ambos se han convertido en figuritas en el baúl de la mitología popular del siglo XX, y después de verlos a los dos en La Hora Chanante, se acaba por comprobar que todo es espectáculo.

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