domingo, 30 de septiembre de 2007

Honeydripper, de John Sayles


Era mi primera vez en el Festival de Cine de San Sebastián aunque la película no se proyectara en el Kursaal sino en una sucursal (un bonito cine periférico en un barrio nuevo bastante pijo) ni el director ni los actores tuvieran el detalle de asistir a ese último pase a las 23.00. Pero la película era estupenda (y cualquiera sabe cuando se estrenará en salas) y aún se queda corto ese premio que se ha llevado al mejor guión ex aqueo con Siete mesas de billar francés de Gracia Querejeta (que seguro que está muy bien también).

Esto es Harmony, Alabama (USA), 1950. Danny Glover hace de Tyrone, un pianista con pasado tormentoso y un bar con música en vivo al que las deudas y la competencia (con su ruidosa jukebox ) han puesto al borde de la ruina… Nada más que un par de tristes borrachos catatónicos para apreciar la actuación de la vieja dama del blues que desnuda el alma cada sábado en el local… La clientela lo que busca es diversión, y en una última jugada desesperada, Tyrone decide dársela invirtiendo hasta el último centavo en contratar al famoso Guitar Sam, estrella de Nueva Orleans al que el pueblo de Harmony pilla de paso entre bolo y bolo...

Pero a Tyrone no le va a resultar tan fácil rectificar su suerte: en ese tiempo y lugar es tremendamente duro para un negro orgulloso mantener su propio negocio; las opciones que le quedan son trabajar en el campo recogiendo algodón (unos de motu propio, otros a punta de pistola en la hacienda del juez del condado, condenados por vagabundos), hacerse borracho o delincuente o servir en casa de algún blanco como hace su esposa Dalilah, antigua cantante y ahora devota cristiana evangélica, a punto de unirse a la iglesia de un pastor cantarín con mucho ritmo y una intolerancia talibana contra ese otro mundo de bares y vicio (ignorando que él mismo es el antecedente directo de James Brown)...

Una lista completa de personajes sería ya como contar media película (la hija que aspira a ir a la academia de belleza para ver mundo, el joven músico errante y muerto de hambre, el misterioso guitarrista ciego que suena como un sardónico John Lee Hooker, el sheriff corrupto que espera su tajada, los trabajadores del algodón, ese par de críos que se siguen colando en el bar...) Las películas de John Sayles son densas como una novela entera condensada en dos horas; Sayles es un humanista al que en cada historia le gusta sumergirse en los conflictos de un grupo humano diferente, empaparse de la cultura del lugar y recoger sus distintas voces, pero también es un guionista magistral con una escritura tan transparente y natural que sus trabajos se saborean y disfrutan como la mejor ficción de entrenimiento (en este caso, una comedia dramática con partes de musical). Honeydripper es un cuento sobre guitarras eléctricas, el nacimiento del rock & roll y la cultura de la que surgió, un mundo de segregación racial, de heridas de la esclavitud todavía sin cerrar y gente pobre que necesitaba pasar un buen rato y olvidarse de problemas. Muy divertida y a la vez muy auténtica, y con una música estupenda como corresponde al tema (en su mayor parte canciones originales que recrean el estilo de las composiciones de la época).

John Sayles (Passion Fish, Lone Star, Limbo, Silver City), director y guionista independiente como el que más, es un tipo canoso y grandullón, actor ocasional, que empezó en el cine trabajando para Roger Corman, el rey de la serie B, quien le enseñó a rodar por cuatro perras. Lo que no le enseñó es a escribir escenas como esa en la que Danny Glover le cuenta a su amigo Charles S. Dutton cómo imagina que debió ser el primer contacto entre un músico negro y ese misterioso único instrumento para el que en la tradición de sus antepasados no existía equivalente: la primera vez en la que un criado negro conseguía quedarse a solas con el piano de sus amos y sentarse a tocar…

viernes, 28 de septiembre de 2007

A lo práctico (Bienvenido Mr. Oscar)


¿Chochean nuestros académicos, se han vuelto todos freaks de repente viendo Muchachada Nuí (por cierto, qué pedazo de segundo capítulo el de ayer), ya no les ponen las adaptaciones literarias con aroma a naftalina y los dramas corales truculentos en plena guerra civil? Las fuerzas vivas se revuelven inquietas y se oye afilar de sables en los cuarteles desde que la Academia de Cine Español ha decidido mandar la película de terror de un debutante (El orfanato, de Juan Antonio Bayona) a las semifinales para el oscar a la mejor película extranjera por delante de las de Qué grande es el Garci y del señor aquel que rodaba Al otro lado de la cama. Pero no se me exalten porque los académicos simplemente han hecho lo que hacen siempre, oir campanas y calcular por el timbre el caballo ganador más probable. Simplemente este año han ido un paso más allá del pensamiento mágico elemental (el mantra “Una vez ganador, ganador ya pa siempre”) con el que se ha venido justificando la presencia en la terna año tras año de la última marcianada de Garci (ceñudo paladín del clasicismo, cada día más ajeno a modas, tendencias y a cualquier hecho, obra o pensamiento posterior a su propia edad del pavo), y hasta cierto punto, aunque con mejor motivo, la de un Almodóvar en la cumbre de sus poderes pero que este año no ha estrenado…

El orfanato se acaba de proyectar en el Festival de Cine Fantástico de Austin (Texas) y Quint de Aint-it-cool news la describe así: “En tono, El orfanato me recuerda a una mezcla entre Los Otros de Alejandro Amenábar y El Espinazo del diablo del propio (productor de El Orfanato, Guillermo) Del Toro. Es un cuento con atmósfera y aplomo sobre una mujer que se traslada con su familia a una vieja casa de la costa. Ella creció allí de huérfana, y desde entonces ha albergado el deseo de ayudar a otros niños del mismo modo que a ella la ayudaron de niña.”

Guillermo del Toro y Alejandro Amenábar son dos de esos que han ganado oscars (repetición), que conectan con el público (éxito) y además están en onda con la gente de Hollywoodlandia. Vale que la peli en realidad se la ha currado este chaval nuevo (con guión del crítico Sergi Sánchez) pero el resultado debe de darse un aire (semejanza), y mientras uno la produce, el otro le presta a la rubia de Mar Adentro (conexión). Pues nada, perfecto, mucha suerte a Bayona y a ver si la peli resulta mejor de lo que promete ese trailer donde todo parece tan genérico como un champú de hotel.

martes, 25 de septiembre de 2007

Inciso


¿Os sabéis ese chiste de Borges del cartógrafo que se estaba haciendo un mapa, y lo quería hacer tan detallado que, para que le entrara todo, al final lo tuvo que hacer a tamaño natural, tapando con el mapa lo que éste representaba?

Vale, no es exactamente un chiste, y es posible que esté confundiendo a Borges con Michael Ende, pero la moraleja del caso, queridos lectores, es que últimamente, debido a un súbito cambio en mi situación laboral, no me dan las horas del día para mantener el ritmo habitual de actualizaciones al que os tengo (tan mal) acostumbrados (?). Esto trae dos consecuencias:

1. Se resiente la calidad del producto; y eso admitiendo de entrada la absoluta y deliberada intrascendencia de la pila de material que he venido amontonando desde julio, de interés objetivo prácticamente cero salvo en lo de permitirme ejercitar los dedos para prevenir la artritis. Pero es que para tochos soporíferos ya está el blog de Pepe Blanco...

2. Los ratos libres dedicados al blog se hacen a costa de reducir a la inexistencia mi tiempo para actividades extraescolares, con lo que cada vez tengo tengo menos tema del que hablar (véase punto 1).

Aún así, hay días raros en que los temas se amontonan, algunos se quedan fuera del mapa y no siempre acierta uno con lo que escoge y lo que no. Así por ejemplo:

-No escribí un comentario sobre Heart of Gold, el concierto de reaparición de Neil Young tras su aneurisma cerebral filmado por Jonathan Demme, porque no me ví capaz de contar debidamente la impresión que me causó ver y oir a aquel señor viejo, tocando con sus viejos amigos las canciones que compuso como recapitulación durante los meses en que se vió con un pie en la tumba.

-Acabé de leer El glamour de Christopher Guest, el autor de El prestigio, y no escribí nada al respecto porque el final de esta novela sobre una subcultura de hombres invisibles me dejó tan desconcertado que aún no estoy seguro de si me gustó o no (creo que sí).

-Fui dejando pasar el momento de escribir sobre Ice Heaven, un comic costumbrista e irónico de Daniel Clowes (vidas cruzadas en un pueblecito de la América profunda), cogido en la biblioteca y que me pareció magistral (a falta de una segunda lectura que no tuve tiempo de darle)…

Y así unas cuantas historias que podrían haber dado más juego que comentar dos veces Death Proof o repetir noticias de internet que se pueden leer en cualquier lado. Mil perdones.

Todo lo cuál no es más que un simple desahogo y reflexión de cara al futuro para hacer tiempo y cumplir con la actualización del martes, y no anuncia cambios inminentes (uno se acaba enganchando a esto de hablar solo). Agenda en flujo cuántico para los próximos días: escanear alguna muestra de las ilustraciones de Liniers para el último disco de Calamaro, un comentario sobre el libro de cuentos de Woody Allen (que me despaché este fin de semana de un tirón), algo sobre Jekyll, miniserie extraordinaria de la BBC que Cuatro dice que emitirá este trimestre…

Y a ver si subimos un poquito el nivel, coño.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Cuidado con los cronocrímenes

Grandes críticas para el estreno mundial de Los Cronocrímenes de Nacho Vigalondo en el festival de cine fantástico de Austin, Texas:

“La mejor película de viajes en el tiempo en décadas”.
“Elegante, inteligente y más todavía, humana”.
“Absolutamente fantástica”

“Con un fondo de comedia negra y a la vez trágica, con alma y tremendamente entretenida”
“Devoción absoluta a su lógica interna” y al mismo tiempo “impredecible”
“Esta película de ritmo tenso, brillantemente construida, provocará espasmos de placer a cualquier fan de la ciencia ficción”.
“Un final perfecto que os hará salir del cine comentando y analizando, asombrados de lo que ha logrado el debutante Nacho Vigalondo”.
“Exactamente la clase de ciencia ficción de ideas provocativas para la que vivimos los fans del género. La mayor de las recomendaciones”.
(Harry Knowles y Massawyrm en Aint-it-cool news)

“Karra Elejalde está excepcional como Hector, un hombre corriente atrapado por fuerzas que pueden estar o no estar más allá de su control (…) Vigalondo arrastra rápidamente a la audiencia al dilema de Hector y, a través de los giros de la trama, no puedes evitar sentir más y más empatía por su situación. Con un presupuesto mínimo, Vigalondo ha rodado una película que luce estupendamente y proporciona una bienvenida capa de emoción al hábil manejo de los mecanismos del género.”
(Peter Martin, twitchfilm.net)


¿De qué va Los Cronocrímenes? Sinopsis de la cinta (protagonizada por Karra Elejalde, Bárbara Goenaga, Candela Fernández y el propio Vigalondo) extraída de su página oficial:

Un hombre que viaja accidentalmente al pasado y se encuentra consigo mismo. Una chica desnuda en medio del bosque. Un extraño individuo con la cara cubierta por un vendaje de color rosa. Una inquietante mansión en la ladera de una colina. Piezas de un puzzle impredecible que conducen a una insólita modalidad de crimen.

¿Quién es el asesino?...
¿Quién la víctima?


Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, Cantabria, 1977), hombre de cejas picudas, antiguo guionista y director en Vaya Semanita (ETB) y al que algunos recordaréis por su corto musical 7:35 a.m., nominado a los oscars en 2005, terminó de montar la película hace cuatro días y todavía tiene el tema de la distribución completamente en el aire, así que un poco de ruido por el extranjero y algún premio que otro le vendrían de perlas (aunque igual ni por esas, porque el cine de género en España siempre lo ha llevado crudo). El próximo pase, en el festival de Sitges…

El blog de Vigalondo.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Muchachada viejuna


Kiko Rivera, alias Paquirrín, protagonizó anoche (buena parte de) el programa inaugural de Muchachada Nuí en La Dos; la cosa iba de un viaje iniciático del hijo de la Pantoja, que se estrellaba en África, era proclamado rey por unos nativos y después de ingerir la poción típica de la zona, era presa de una alucinación en la que, convertido en Godzilla, pisoteaba edificios mientras proclamaba a gritos que él no era Paquirrín sino Kiko. Igual que Paquirrín, la Hora Chanante deja atrás su antiguo nombre y entorno, pero crecer, crecer, por el momento el estirón solo se le aprecia en el presupuesto…

Vaya sorpresa: Muchachada Nui es exactamente igual a La Hora Chanante con un renombrado general de secciones; la misma dinámica de las peripecias de un famoso como hilo conductor y reportaje sobre otro que hará de nexo la semana que viene, los mismos doblajes tontos de películas rancias, parecidos dibujos animados, la misma sección de costumbrismo rural del gañán Marcial, un rap y hasta lo de las tomas falsas. Y esto, que por un lado reconforta y alivia (ni se venden ni se cortan ni se ablandan por pasarse a la tele grande), por otro deja una vaga sensación de ocasión perdida para sacudir la fórmula…

Pero es que la fórmula es excelente, oiga, y ya se irá ajustando sobre la marcha… El hijo de la folklórica en versión de Joaquín Reyes resulta un ser entrañable y gregario, que se hace superamigo de los negritos africanos; la entrevista con Bono hurga bastante en las contradicciones del personaje y tiene dos o tres puntazos muy buenos (la imitación de Chaplin con la bola del mundo, lo de que no sepa cómo se llaman los otros componentes de su grupo salvo el del gorro, esas caras que pone); dos nuevas series animadas que prometen, la chorrada costumbrista juvenil de Enjuto Mojamuto (y qué pedazo de sintonía) y el feísmo familiar de los Klamstein de Carlos Areces (que además de actor grotesco, es dibujante de El Jueves); un par de sketches desconcertantes como es de ley (el de la juventud de Rappel, poco aprovechado, necesita rápidamente ampliación), una película sobre la caza del yeti transformada por el doblaje en un viaje para comprar terrenos en la sierra, la documentada charla del gañán sobre el chismorreo en todas sus formas, y lo mejor, el rap del aparejador interpretado por Raúl Cimas, auténtico culmen de años de evolución musical chanante. Deberes para la semana que viene: más de Ernesto Sevilla y Julián Lopez, que lo del pluriempleo no es excusa.

(P.D: Leo que los datos de audiencia han sido malos; ni tiempo ni ganas de enterarme de cuánto, o comparados con qué).

martes, 18 de septiembre de 2007

Salir de la jungla


En 1988 Bruce Willis se revelaba al mundo como un auténtico especialista en encajar hostias demostrando que era posible saltar de la tele al cine sin romperse: La jungla de cristal de John McTiernan le rescataba del abismo de las comedias románticas y los ceniceros lanzados a la cabeza por Cybill Shepherd en Luz de Luna, abriéndole un espléndido porvenir como héroe de acción y de lo que no era acción. El gran halcón, La muerte os sienta tan bien, Ni un pelo de tonto, Pulp Fiction, Doce monos, El quinto elemento, Armageddon, El sexto sentido, El protegido, Sin City

Pocas estrellas de su generación tendrán una carrera con semejante mezcla de obras maestras y apabullantes bodrios como la de Willis, quien parece escoger sus papeles al estilo kamikaze, sin tener en cuenta su longitud o los posibles daños colaterales para su imagen. El tío es que se apunta a un bombardeo, el año que viene tiene ya apalabrados dos o tres rodajes (una comedia, un thriller y una de guerra con Oliver Stone) y, en definitiva, que su caso no tiene nada que ver con el de Stallone o Harrison Ford, dos que por uno u otro motivo necesitaban a gritos el retorno al pasado… ¿A qué entonces, a estas alturas, una Jungla 4? Por la pasta, habrá que suponer, camiones y camiones de pasta, pero también, seguramente, para comprobar si aún podía hacerlo…

John McClane, el protagonista de La jungla, solía ser un poli corriente de Nueva York con tendencia a encontrarse en el lugar y el momento equivocados. Aún más importante, era también una versión reforzada antichoque del Bruce Willis de la tele que nos llegó instalado por defecto, aquel chistoso insolente David Addison de Luz de Luna. Y Willis, por supuesto, se mete de nuevo en su piel sin ningún problema, con él no hay chistes de viejos que valgan: se rapa la cabeza, practica un poco lo de mirar de medio lado y ya está en forma y listo para el papel. Si tan solo todo lo demás estuviera a su altura...

La Jungla 4.0, supuesta actualización de la serie para el siglo XXI, no pasa de película muy menor de serie B, entretenidilla, con algún buen golpe pero ninguno memorable, un conjunto hecho de retales, tosco y sin chispa. Le da una nueva capa de pintura el modernillo Len Wiseman, de quien no tengo el gusto de haber visto su serie de Underworld, otro director efectista que rueda muy bien composiciones de edificios monumentales con fotografía quemada, pero en cambio se siente perdido frente a dos tíos hablando en un despacho, y que no le llega ni a la suela del zapato a John McTiernan (La caza del Octubre Rojo, Depredador, Los últimos días del edén), quien se encargó de la primera y la tercera.

Esta presuntamente supervitaminada y remineralizada secuela padece un claro caso de síndrome de la vía romana(®) (por eso de que todos los caminos llevan a Roma), un mal que se ceba especialmente con los thrillers y las pelis de acción construidos sobre grandes ideas: no importa lo deslumbrante que parezca la premisa de partida (el pitch o concepto reducible a tres palabras con el que el proyecto consigue luz verde del estudio), al poco rato el impulso excéntrico del arranque se acabará agotando, la historia será capturada por la inmensa fuerza gravitatoria de todos los topicazos del género, y terminará aterrizando en terreno familiar convertida en una peli que ya has visto un millón de veces.

Así, la premisa de un John McClane analógico enfrentado a las nuevas amenazas del mundo digital se convierte muy pronto en McClane corriendo para escapar de unos efectos digitales que imitan a los analógicos, espectaculares, sí, pero tan sobrados que a ratos parecen ya dibujos animados (las simples peleas cuerpo a cuerpo, en cambio, resultan más creibles y mucho más emocionantes). La mezcla de thriller de alta tecnología con el género de acción de los 80 no cuaja porque la gran idea con la que lo venden, el ataque terrorista informático contra las infraestructuras de EEUU que amenaza con “mandarlos a la edad de piedra”, está escrito y contado sin convicción ni imaginación, se le acaba el fuelle a mitad del metraje y encima obliga a ceder protagonismo a unos inermes agentes federales haciéndose cruces ante sus pantallitas de colores a los que uno está deseando perder de vista para volver a McClane y a sus mamporros.

Queda la parte de acción pura y dura, que con mayor derroche de medios cumple con todos los tópicos de la acción de serie B, incluído el impersonal malvado con cara de estreñido (un muñeco de madera cuyo móvil, en el fondo, vuelve a ser una vez más el maldito parné), el emparejamiento con un graciosillo para el choque de personalidades, los familiares tomados como rehenes y hasta el enfrentamiento final en el clásico almacén abandonado… Sin más.

El gracioso es un chaval llamado Justin Long, que interpreta a un hacker en peligro de muerte, y lo hace bien para lo poco que le da para rascar el guión. Maggie Q, famosa estrella del cine asiatico, tiene cuatro frases y una pelea a muerte, y Kevin Smith ofrece una versión parlante de su personaje de Bob el Silencioso que se hace demasiado corta y que da pie a una de las mejores frases de McClane: “como no me cuentes lo que quiero saber, te inflo a hostias en tu propia casa” (no, los chistes tampoco son para tirar cohetes).

Con los años, Bruce Willis se ha ido apartando de los personajes al estilo bocazas McClane para evolucionar hacia un estoicismo zen, una cierta estilización mítica que lo aproxima cada día más al viejo Eastwood (o quizá es que últimamente ha interpretado a demasiados tíos hechos polvo); aún está reciente 16 bloques, de Richard Donner (2006) en la que, bigotudo y envejecido, interpretaba a un poli corrupto, borracho y en las últimas pero con un resto de dignidad suficiente como para jugarse el cuello por un testigo gilipollas al que otros polis aún peores querían dar pasaporte. Sin ser nada del otro mundo (prácticamente un remake de Ruta suicida), aquella sí que era una peli sólida y bien escrita, con personajes interesantes, bien trazados y tensión narrativa de la buena, y una sucesora mucho más digna de la Jungla original que ésta que nos ocupa… Bruce Willis, el actor, no necesita más vehículos estroboscópicos a su servicio, ni nosotros tampoco.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Cuando La 2 se atontuna

























El miércoles 19, a las 23.15 horas, resucita en la 2 La Hora Chanante, ahora rebautizada por motivos legales (y quizá también para cerrar etapa) Muchachada Nuí. Durante sus cinco años en Paramount Comedy, primero vistos por cuatro gatos, luego convertidos en un rumor sustentado en copias clandestinas pasadas de mano en mano y finalmente redifundidos a los cuatro vientos por Localia e internet, Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Julián Lopez, Carlos Areces y Raúl Cimas han estado currándose cada mes la edición artesanal del programa más tonto, grosero, surrealista y delirante jamás visto en las pantallas españolas, donde las imitaciones de personajes célebres deslumbraban por sus disfraces y por su invariable acento de Albacete, y que contaba con entrañables personajes animados como Superñoño, Señor Pussy o Doctor Alce y otros no menos míticos de carne y hueso como El Gañán, Vicentín, o Marlo Brando (legendario intérprete del tema Hijo de puta, hay que decirlo más).

Y todo ese tiempo yo me lamentaba: “¿Por qué no pondrán algo así en la tele pública para que lo vea todo el mundo, como hizo la BBC con los Monty Python?”. Bien, pues ahora ha ocurrido y estoy absolutamente acojonado; pende ominoso el precedente de Made in China, el tremendo tortazo que se dió el hoy desmantelado equipo de Óscar Terol cuando dejó el Vaya semanita de ETB para probar suerte a nivel nacional … Vale que ésto va en La 2 y se supone que no hay presión de audiencias pero, ¿y si empiezan a llegar protestas de espectadores ofendidos? ¿Y si se les acaban las ideas con el formato semanal?

Para ir despejando tantos nubarrones de aprensión, este domingo la web de El País trae cantidad de información y de fotos (aquí mismo pirateadas) sobre lo que nos espera:

Testimonios se ha convertido en Celebrities y el primer invitado parece que va a ser Paquirrín, aunque ya tienen en reserva a Bono (concretamente el que canta con U2), a Paris Hilton (como la acusada en un remake de Doce hombres sin piedad donde los miembros del jurado son Michael Moore, Boy George y los cuatro de Village People) y a Macaulay Culkin.
Parece que hemos perdido a Vicentín pero sigue el Gañán, ahora llamado Marcial y “un poco más mayor y más escéptico”). Se presentan nuevos personajes para Julián Lopez como The Waiter y Perro Muchacho (un héroe urbano con cara de chucho), un nuevo personaje animado, Enjuto Mojamuto, y no sé si un sketch o una serie completa sobre la infancia de Rappel desde el momento en el que descubre sus poderes (inspirada en Smallville)...

viernes, 14 de septiembre de 2007

Malos como los de antes

Ya ha salido en todas partes y ahora también aquí: se ha muerto de causas nonagenarias Jane Wyman, famosa en el mundo entero por su papel de Angela Channing en Falcon Crest, la serie con la que aprendí todo cuanto sé de vinos; Flashback a mí mismo tan ricamente a los diez años, maleándome a la hora de la siesta con un equivalente ficticio de Aquí hay tomate como si fuera El Equipo A o El coche fantástico, admirado de cuanta mala leche le podía caber en el cuerpo a una señora tan pequeñita y que sonreía tanto. Quizá por ese contraste tan bestia entre la forma y el fondo (con la ayuda de la dulce voz de la sin par Matilde Conesa, todavía dobladora activa de cuando en cuando) la superabuela vitivinícola se alzaría con el título de reina de los malvados en la liga de los culebrones yankis de los ochenta, por delante del petrolero JR (Larry Hagman de Dallas) o el zorrón de Alexis Carrington (Joan Collins de Dinastía).

Lo de la tele como último refugio para estrellas en decadencia ha funcionado siempre y así es como a través de aquella serie tan tonta algunos tuvimos ocasión de conocer a reliquias del Hollywood dorado de la talla de Lana Turner, Mel Ferrer, Cesar Romero, Kim Novak, Gina Lollobrigida… La propia Wyman había ganado oscars y rodado con Alfred Hitchcock y Billy Wilder, pero fue su último personaje de vieja pelleja el que la acabaría marcando, para bien o para mal: cuando uno la ve hoy día, por ejemplo, en Pánico en la escena, cuesta creerse a ratos que esa treintañera de aspecto tan modoso sea completamente inocente de los líos en que la mete el mago del suspense...

El papel de su vida le llegaba a Jane Wyman casi a la vez que su ex-marido y medio actor Ronald Reagan, alcanzaba también el estrellato interpretando a un cowboy campechano que lideraba el mundo libre poniendo firme al comunismo. Puede que en su día el personaje de presidente de los EEUU sonara más imponente, pero ahora que ambos se han convertido en figuritas en el baúl de la mitología popular del siglo XX, y después de verlos a los dos en La Hora Chanante, se acaba por comprobar que todo es espectáculo.

martes, 11 de septiembre de 2007

Indiana Jones y el subtítulo calificativo



Cuando ya lo pone hasta en la página oficial a uno no le queda otro remedio que creérselo: la misteriosa película hasta ahora conocida simplemente como Indiana Jones IV se va a acabar llamando Indiana Jones and the Kindom of the Crystal Skull (probad a decirlo tres veces de carrerilla).

Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal no es un título que, así de entrada, le deje a uno dando saltos de alegría: suena todavía más a serie B que anteriores producciones de George Lucas como La amenaza fantasma o El ataque de los clones, pero al menos tiene la ventaja de remitir a las raices pulp del personaje y prometer una película empapada de aventuras, exotismo y misterio (es decir, algo más que un culebrón de héroes crepusculares reviviendo grandes éxitos -“nazis, ¡los odio!”- o un tragicómico reencuentro entre padres e hijos con coartada de viajes por la zona de reliquias judeocristiana).

Pero ¿Qué es eso de las calaveras de cristal? Según nuestra amiga la wikipedia, resulta que no se trata de una invención de aquí los colegas de las barbas sino de verdaderos (con reparos) artefactos arqueológicos distribuidos por algunos de los principales museos del mundo: son cráneos humanos tallados en cuarzo transparente de origen supuestamente mesoamericano precolombino, aunque hay estudios que las consideran un fraude, un trabajo de joyería hecho en Alemania en el siglo XIX (los entusiastas, en cambio, hablan de “un misterio tan profundo como las pirámides de Egipto, las lineas de Nazca en Perú o Stonehenge”). Como es natural, las calaveras vienen arropadas por leyendas de poderes místicos: algo de que irradian una energía psíquica, que aumentan la felicidad y mejoran tu vida por cogerlas y hablarles, o incluso que se pueden usar como bolas de cristal para prácticas adivinatorias.

Los devotos de las calaveras, no obstante, no atribuyen su origen a indígenas desarrapados sino que las creen obra de extraterrestres o souvenirs de la Atlántida; en concreto, el más famoso de estos cráneos fue descubierto en 1924 por el arqueólogo aficionado y fanático de la Atlántida F.A. Mitchell-Hedges en Belice, en la antigua ciudad maya de Lubaantun (o eso decía él, otros creen que la compró en Sotheby´s y después la traspapeló). Según este caballero, que le echaba bastante imaginación, su calavera “tiene al menos 3.600 años y según la leyenda fue usada por el sumo sacerdote de los mayas para sus ritos esotéricos. Se dice que cuando deseaba alguna muerte con la ayuda de la calavera, la muerte se producía de forma invariable. Ha sido descrita como la encarnación de todo mal”

Pues eso, que una vez que se rasca un poco, suena bastante prometedor…

lunes, 10 de septiembre de 2007

Death Proof: rematando la faena


Veo Death Proof otra vez y llego a la triste conclusión de que en mi comentario del lunes 3 me quedé muy corto sacándole punta al tema... Resistiendo la tentación de hacer trampa y reescribirlo subrepticiamente, me limito a ampliarlo con un par de nuevas observaciones de interés más bien escaso, y así ya tengo excusa para publicar un dibujo nuevo...

(Spoilers ligeros)

1. No había caído hasta qué punto ese cabrito maquiavélico de Tarantino ha construido su película (ya de entrada dividida nítidamente en dos partes) empleando repeticiones (grupos de conductores, frases de diálogo, locales en los que paran) y oposiciones (día / noche, mujeres / hombres, coche negro / coche blanco, chicas modernas y sexys / viejo fósil desfigurado, especialista acorazado / especialista a pecho descubierto). En esa línea, es seguramente un detalle de importancia que todo el curriculum conocido del Especialista Mike (Kurt Russell) se refiera a la televisión (series olvidadas de los 60 y los 70) en contraposición a Jungle Julia, que tiene un programa de radio, y a Abernathy, Zoë y amigas, que trabajan en el cine. Parece mucha casualidad como para no ser una broma metatextual sobre la historia del choque entre dichos medios (¿Video killed the Radio Star?) y también, por qué no, una alusión a la tele americana asesinando por saturación a la industria de la serie B, o de la B a la Z (películas, productoras y salas especializadas, las dichosas grindhouses), ese género que sin embargo de una u otra forma siempre acaba resucitando cual vengador justiciero en manos de pirados como Tarantino y sus amigos (un género "a prueba de muerte"). Siguiendo esta interpretación, el farsante de Mike no sería en realidad, como yo creía al principio, el espíritu encarnado de la serie Z (salvaje, cachonda y liberadora), sino más bien el poder destructivo instantáneo de la tele más rancia y arquetípica (y así se comprende mejor lo de este psicópata con pies de barro).
Este reparto de papeles se haría más explícito si supiéramos cuál es (o a cuál se parece) esa película dentro de la película en la que están trabajando las muchachas (porque casualmente, la especialista Zoë Bell, que se interpreta a sí misma, y Daryl Hannah, a cuya doble mencionan, estaban las dos en Kill Bill…)

2. La conexión con Planet Terror (o el misterioso asunto del ubícuo Earl McGraw, Ranger de Texas). Este personaje repetidamente encarnado por Michael Parks, que moría asesinado durante un atraco en Abierto hasta el amanecer a manos de los hermanos Clooney-Tarantino y reaparecía en un flashback de Kill Bill II investigando la escena del crimen de la masacre de la iglesia, es ahora, junto a su hija la doctora Block (Marley Shelton), el nexo de unión entre dos películas tan incompatibles en estilo y contenido como Planet Terror y Death Proof.

¿Hay que tomarse en serio el cameo y esforzarse en encajar ambas historias en la misma continuidad narrativa? (encaje que no haría ningún bien a la peli de Tarantino porque el desenlace de la de los zombis, necesariamente posterior, amargaría bastante el regusto final de la del thriller con psicópata). Pues bien: teniendo en cuenta que:

a) Death Proof transcurre en un universo de ficción en que existe como tono de móvil A Twisted Nerve de Bernard Herrmann, esa nana siniestra popularizada por Kill Bill que sonaba cuando la tuerta Daryl Hannah se dirigía, disfrazada de enfermera, a rematar a Beatrix Kiddo (Uma Thurman) con su inyección letal...

b) McGraw era también un personaje de Kill Bill...

se puede concluir que, con semejante cacao de ficciones dentro de ficciones, Quentin simplemente nos quiere vacilar y no vale la pena calentarse más los cascos.

Ya está, eso era todo. Disculpen la paja mental…

domingo, 9 de septiembre de 2007

Segunda oportunidad (Un buen día lo tiene cualquiera)



Uno nunca deja de ampliar los límites de su ignorancia. El jueves ví Un buen día lo tiene cualquiera, de Santiago Lorenzo, película muy divertida con un reparto prácticamente de desconocidos salvo la chica del ayuntamiento (Ana Otero) y el tío del bar (Antonio Molero), al que recordaba de Médico de familia. Luego voy y miro la ficha en imdb.com y resulta que casi todos llevan años saliendo en series españolas de esas que no veo nunca por salud mental y porque la esperanza de vida para los hombres en el mundo occidental no es aún lo bastante larga. Eso, que por un lado es malo, por otro me sirve para esquivar prejuicios raros como el sorprendente comentario en la crítica (en todo lo demás positiva) de Jordi Costa en Fotogramas, que hablaba de un reparto necesitado de inyecciones de carisma. A mí me parecieron todos muy naturales y creíbles para esta farsa costumbrista sobre cómo salir del hoyo, el problema de la vivienda, hacerse viejo y tener un objetivo en la vida, de amistades fraternales con o sin segunda intención, de buenos-malos y malos-buenos y conciliar fidelidad a uno mismo y a los demás.

La cosa va de un treintañero (Diego Martín, Policías, Aquí no hay quien viva) que tiene una empresa de teletienda que se le cae con todo el equipo y se encuentra de pronto en la calle, sin trabajo, sin casa y sin amigos salvo un jetas marrullero (Roberto Álamo, Los dos lados de la cama, Te doy mis ojos) que vive alojado en la trastienda de un bar, el cuál le sugiere que se apunte a una campaña social del ayuntamiento para universitarios que es un auténtico chollo: alojarse por cuarenta euros al mes en casa de ancianos solitarios necesitados de compañía y cuidados. Y ahí está el protagonista, fingiendo diez años menos, matriculándose en la universidad y tratando de estudiar y de echarse novia mientras aguanta a un viejo disparatado de verborrea incontenible y notable mala leche (Juan Antonio Quintana, Ana y los 7), que lo quiere atar a la pata de la silla para que reciba sus chaparrones de sabiduría.

Con una banda sonora estupenda de Malcom Scarpa, Un buen día lo tiene cualquiera es una película de las de reirte mucho pero que te deja pensando (a pesar de que la última escena no la haya rodado el autor, quien ha denunciado públicamente a los desgraciados de sus productores por incluirla), una mezcla realmente curiosa de fatalidad y optimismo. Santiago Lorenzo debutó en el largo en 1997 con Mamá es boba, clásico de culto que aún tengo pendiente, y desde entonces el pobre hombre ha debido de pasar por peripecias aún más chungas que las que se reflejan en Un buen día…, que es vagamente autobiográfica. Por su bien y el nuestro, si las broncas con los señores de la pasta no lo impiden, esperemos que persista a partir de ahora en su carrera cinematográfica porque Lorenzo es un tipo peculiar que tiene mucho que decir.

viernes, 7 de septiembre de 2007

Robert Zemeckis y el valle de la muerte

Por fin, a calidad decente, el trailer del Beowulf animado en 3D de Robert Zemeckis:
Ver trailer

Superado el chasco inicial, después de tanta promesa de que habían corregido el problema de las miradas de besugo muerto de Polar Express, que esta vez habían clavado el fotorrealismo de la tecnología de captura de movimientos, pues la verdad es que no pinta tan mal... Beowulf es un poéma épico anglosajón de entre los siglos V y VIII, que cuenta cómo el héroe del título se carga unos cuantos monstruos en diversas épocas de su vida y ha sido adaptado para la ocasión por dos tíos tan brillantes como Neil Gaiman (novelista y guionista de cómics, autor de Sandman y Stardust) y Roger Avary (coguionista de Tarantino en Pulp Fiction), posan y ponen voces gentes como Anthony Hopkins, Robin Wright Penn, John Malkovich, Angelina Jolie, Brendan Gleeson… (aunque por algún motivo, Ray Winston, que interpreta a Beowulf, no se parece en nada al figurín rubio que utilizan) y en el tema visual parece que Zemeckis y su cámara virtual han hecho auténticas virguerías…

Mi problema, sin embargo (si es que hay problema, porque es algo puramente subjetivo) se explica estupendamente con la teoría psicológica del Uncanny Valley, valle inexplicable en la traducción de la wikipedia (un concepto que a mí me llegó por Roger Ebert en su crítica de Polar Express):

Abreviando: resulta que ciertos seres u objetos que parecen demasiado humanos pero claramente no lo son, pueden provocar una repulsión instintiva, una reacción evolutiva que se supone relacionada con esquivar especímenes enfermos, portadores de defectos genéticos graves o directamente fiambres. Tradicionales desencadenantes de ese repelús son, según para quién, algunos maniquíes, los muñecos de ventrílocuo, los monos… Y ahora también los robots y los personajes fotorrealistas creados por ordenador. Esta técnica de reemplazar a los actores por un calco a la que tanto futuro le ve Robert Zemeckis (porque puede combinar cualquier voz y cualquier cuerpo, porque le da control absoluto en la postproducción, porque es supermoderno y experimental), seguirá provocando más grima que admiración con cualquier cosa que no sea una imitación perfecta y para eso aún les queda trecho. Aunque también podría usar actores con un croma como hace todo cristo…

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Interés por Andrés

En el siguiente enlace http://planetacalamaro.blogspot.com/

se puede escuchar un adelanto del nuevo disco de Andrés Calamaro, Lengua popular (dejan minuto y medio de cada canción, más que suficiente para hacerse una idea). El disco sale el próximo 11 de septiembre, la crítica de Rolling Stone Argentina que se puede leer ahí mismo lo compara con Alta Suciedad y eso son palabras mayores… Calamaro lleva tiempo volviendo (un disco de tangos -El cantante-, otro escrito a medias con el patriarca Litto Nebbia -El palacio de las flores, varios directos...) pero aún le faltaba un disco de rock con temas nuevos, bien producido, sin paridas ni temas de relleno. Tiene toda la pinta de ser éste así que ya pueden echarse temblar sus clones.

(Mucha más información en esta entrevista en la revista digital EFE EME).

lunes, 3 de septiembre de 2007

Mala hierba nunca muere: Grindhouse parte 2


La diferencia entre dos cineastas tan colegas como Robert Rodríguez y Quentin Tarantino no puede quedar más clara que comparando la aproximación radicalmente diferente de cada cuál en su homenaje al cine de terror serie Z de los 70. La de Rodríguez, Planet Terror, es una remezcla anabolizada y sintética de elementos típicos de la época, refrescada y puesta al día al gusto adolescente del siglo XXI con toda clase de apoyos digitales, y su estética barata de falsa copia deteriorada no pasa de simpática pose estilística para los colegas… En cambio, durante los primeros 40 minutos de Death Proof estuve convencido de que la proyección estaba vagamente desenfocada, hasta que entró un rollo en blanco y negro perfectamente nítido que me advirtió de lo contrario. Death Proof es analógica, sucia y auténtica como un vinilo de la colección de Quentin Tarantino, deja poso y se lo curra de una manera totalmente original: Tarantino desmonta el mecanismo de la película barata de terror y lo vuelve a montar de un modo que es al mismo tiempo homenaje y crítica a todo un género, o al menos a una de sus ramas.

Porque esos clásicos de culto que reivindican con Grindhouse, generalmente eran películas terribles, un puñado de escenas sensacionales (integramente aprovechadas en el trailer) enlazadas entre sí con un hilo argumental invisible, personajes inexistentes y narración inepta … La paciencia, sin embargo, tenía su recompensa, y es la virtud cardinal del cinéfago de serie Z, que debe procesar mucha mierda para encontrar su pepita de oro. Death Proof, efectivamente, anda escasa de trama y de acción porque la mayor parte de su metraje consiste en banales charlas privadas de unas cuantas chicas impresionantes marcando curvas (Rosario Dawson, Vanesa Ferlito, Rose McGowan, Sydney Poitier) y por eso el impacto cuando violencia se desata es mucho mayor, y el final, una macarrada que hay que verla para creerla, te deja saliendo del cine con sonrisa de oreja a oreja…

Esas relajadas conversaciones que algunos espectadores considerarán un auténtico coñazo (las chicas no hacen más que hablar y hablar sin que pase nada) en manos de Tarantino subliman su función estructural y se convierten en intercambios magistrales de caracterización típicamente suyos (y completamente innecesarios según la ortodoxia del género), otorgando a cada cuál una vida en curso que podría haber dado pie a su propia película de no haberse cruzado en su camino el Especialista Mike con su coche trucado (el gran Kurt Russell, legendario protagonista de varias de las más míticas cintas de John Carpenter: 1997 Rescate en Nueva York, Golpe en la pequeña China, La Cosa). Mike el Especialista es un imponente especimen superviviente de un tipo de cine palomitero supuestamente extinto (las películas modernas, admite, sustituyen ahora sus acrobacias por efectos por ordenador), un duro “hombre sin nombre”, misterioso, encantador, psicólogo agudo y un tremendo hijo de puta al acecho, una gran creación de psicópata asesino que recicla para el mal la imagen icónica de Russell de manera no muy distinta a cómo Kill Bill convertía al entrañable místico protagonista de Kung Fu en el desalmado asesino del título. Pero la amenaza de Mike tarda una eternidad en hacerse efectiva: inicialmente solo mira, observa, fotografía… Las escenas de las chicas hablando sobre intimidades sexuales y dónde conseguir hierba asumen implícitamente el punto de vista del intruso; Tarantino nos hace en la práctica cómplices de Mike a la espera de que desencadene la acción (la mirada del psicópata identificada, consciente o inconscientemente, con el ojo de la cámara, es un rasgo casi inevitable de este subgénero, siendo el ejemplo más socorrido para citar El fotógrafo del pánico de Michael Powell).

Y Tarantino juega a alterar radicalmente dicho punto de vista en la segunda mitad del relato, cuando se desploma la fachada de Mike y una vez más (la tercera consecutiva en su cine desde Jackie Brown), las auténticas heroínas y las duras de verdad son las mujeres (una de ellas, Zoe Bell, es una verdadera especialista que fue doble de Uma Thurman en Kill Bill y se supone que se interpreta a sí misma en Death Proof). Va a resultar que la nostalgia está muy bien hasta cierto punto pero una chica Tarantino de hoy en día (que haya visto Punto límite cero y 60 segundos-la original, no esa mierda con Angelina Jolie) parte con ventaja para patearles a algunos el culo en su propio terreno.

PD: ¿Qué ha pasado con el resto de falsos trailers que se incluían en el programa doble? ¿Se han perdido por el camino?