Leo una entrevista con Nacho García Velilla, a quien presentan como “el responsable de éxitos como 7 vidas y Aída” (y que está a punto de estrenar otra telecomedia con Fernando Tejero y de pasarse al cine también con Fernando Tejero; tío consecuente donde los haya), y subsiguientemente flipo porque yo pensaba que las series españolas nacían por generación espontánea de la pelusilla que se acumula en los rincones del estudio. Y es que, dejando aparte a exitosos talentos con nombre propio como Jose Luís Moreno y Ana Obregón, nuestra ficción televisiva siempre parece brotar mágicamente de intangibles corporativos: las series son de Telecinco o Antena 3, de la productora Globomedia, de Boca Boca, Grupo Ganga o Miramón. Productos de fábrica que salen impecables de la cadena de montaje, sin grumitos, riesgos ni sorpresas, elaborados al estilo chino, copiando patentes extranjeras con 2, 5 o 10 años de retraso (que inventen ellos) y sin el menor resquicio para experimentos, estilos o voces diferentes. Tiene delito que la mejor serie española de los últimos años sea una adaptación hecha con gracia de una franquicia extranjera (Camera café).
Vale que la televisión es un trabajo en equipo y cada éxito tiene mil padres (ej. Los Simpson, nominalmente creados por Matt Groening pero perfilados por una docena de guionistas en torno a una mesa sobre los que descendió el espíritu santo) pero se necesita siempre una visión unificadora que fije el rumbo inicial del relato… salvo si la dirección se resume en:a) la versión madrileña de Friends, b) como Urgencias pero para los de casa o c) Aquellos maravillosos años… de la Transición.
Necesitaríamos urgentemente una campaña de repoblación de narradores televisivos autóctonos, ese animal nada quimérico que más o menos combina las funciones de creador-productor-guionista, un exitoso profesional de la ficción cuyos historial le avale para arriesgar con nuevos formatos que vayan más allá de otra serie de polis con el tío de El canto del loco. ¿Acaso no tenemos derecho a nuestros propios Aaron Sorkin, Steven Bochco, Joss Whedon, David Chase, J.J. Abrams, Russell T. Davis o Steven Moffat? Seguramente ahora mismo, gente con talento equivalente, enquistada en el escalafón de la industria, trata infructuosamente de colar por los filtros algun pensamiento original. Tanto hablar de la crisis del cine español y resulta que aquí, al revés que en todas partes, los creadores inquietos se tienen que pasar al cine porque en la tele no hay manera.
Y la cosa es que míticos semidioses de esa estirpe, mejores o peores, caminaron en el pasado entre nosotros: Antonio Mercero (Verano azul, Farmacia de guardia) Chicho Ibáñez Serrador (Historias para no dormir), hasta Jose Luis Garci (Historias del otro lado 1 y 2)… Fueron las propias televisiones, públicas y privadas, las que los ahuyentaron, programando mal y culpando después al producto por no arrasar en audiencia al primer intento, dejando más de un año en el baúl una serie como Mujeres (de la productora de Almodóvar), después un inesperado éxito póstumo sin posibilidad de prórroga porque todas las actrices estaban ya en otras cosas, pasando de emitir producciones carísimas con críticas excelentes como Vientos de agua de Juan José Campanella o las Películas para no dormir producidas por Ibáñez Serrador (dirigidas por mataos como Alex de la Iglesia, Jaume Balagueró, Mateo Gil…). Los directores y escritores de prestigio quedan tan escaldados del medio que ni locos vuelven a acercarse, y por eso es por lo que yo toda mi tele me la bajo de internet.
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